¿Qué puede pasar?
¿Qué puede pasar ahora en Venezuela? Obviamente, nadie lo sabe. Demasiadas variables: conductas, decisiones y acontecimientos todavía impredecibles. Pero podemos analizar algunas de esas variables potenciales. La Unidad democrática, frente a su holgada victoria electoral, está actuando acertadamente con humildad, seriedad y moderación. En cambio, Maduro, Cabello y demás voceros del gobierno están dando una lamentable demostración de conductas escasamente democráticas e intelectualmente poco serias. Según Maduro, la derrota electoral se debió a una supuesta “guerra económica”, que ha producido el desastre socioeconómico venezolano, fomentada por la oligarquía “apátrida” y el imperialismo norteamericano. Maduro asemejó el resultado electoral venezolano a los golpes militares contra Arbenz, Goulart y Allende. “La ceguera biológica impide ver, pero la ceguera ideológica impide pensar”, decía el gran Octavio Paz. En efecto, la ceguera ideológica de Maduro y “compañía” es realmente asombrosa y explica su “disonancia cognitiva” frente a la realidad. Si los hechos no se adaptan a su prejuicio ideológico, la rechazan, la “vomitan”. La fenecida Unión Soviética y sus satélites de Europa Oriental, después de décadas de estatismo y colectivismo comunistas, por tanto sin la presencia de empresas capitalistas privadas, se caracterizaban por la endémica escasez de productos de consumo y las consecuentes largas colas frente a las tiendas. La “guerra económica” es una suprema falta de seriedad y un insulto a la inteligencia de cualquier alfabeto. El desastre socioeconómico se debe al fracasado modelo del mal llamado socialismo del Siglo XXI, que es una vulgar y “tropical” versión del socialismo real del Siglo XX, que sólo pudo mantenerse por el extraordinario, altísimo y sostenido precio del petróleo, que tapó, por un tiempo, la incompetencia, el despilfarro, la corrupción y las ”ideas muertas” del modelo.
Si el gobierno, como parece “por ahora”, decide optar por la estrategia de tratar de anular las competencias de la Asamblea Nacional, a través de su control de las demás instituciones del Estado, en combinación con la casi omnipotente Sala Constitucional del Tribunal Supremo, entonces la Asamblea deberá hacer uso de su mayoría calificada de dos tercios para sustituir los jueces de dicha Sala, probablemente empezando por una sencilla enmienda constitucional (Art. 265), que ni siquiera requiere la mayoría calificada y debe ser presentada a referéndum en 30 días. En caso extremo, habrá que convocar a una Asamblea Constituyente. El anuncio del Presidente de la actual moribunda Asamblea de querer elegir ilegalmente, a destiempo y a toda prisa, 12 magistrados del Tribunal Supremo es síntoma de desesperación que, sabemos, es muy mala consejera. La Unidad de la alternativa democrática es indispensable, en particular de la bancada parlamentaria, cuya división es un evidente objetivo del gobierno. Ojalá que en el chavismo surjan sectores realistas y sensatos que, por el bien del país y su propio futuro político, quieran evitar un enfrentamiento total de poderes, que además evidentemente profundizaría la tragedia socioeconómica que sufre el país.