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¿Qué hacer con Venezuela?

A mitad del periodo del presidente Peña Nieto, el cotejo del discurso con la realidad es una tarea especialmente ardua, en un país donde nadie se dedica a eso. Los medios de comunicación obviamente no lo hacen; los think tanks tampoco, ya que algunos investigan muy bien pero no difunden y viceversa, pero ninguno investiga y difunde. Y como todo Informe de gobierno inevitablemente incluye verdades, medias verdades y falsedades, tratar de saber qué es cierto y qué no constituye una tarea ociosa para un comentócrata como yo; prefiero que otros lo hagan con más empeño.

Mirar hacia el futuro es más interesante y útil. En particular en un ámbito cada vez más importante para el país: la política exterior. La nueva secretaria de Relaciones, una mujer inteligente y abierta, poseedora de la virtud de no ser de la casa, tiene ante sí grandes retos en las próximas semanas. El principal, en mi opinión, las elecciones legislativas en Venezuela el 6 de diciembre. Es un problema endemoniado para México, para EU y para América Latina.

Todo el mundo sabe que se van a producir dos acontecimientos: uno, el régimen chavista de Maduro va a perder las elecciones; dos, va a llevar a cabo un fraude monumental para evitar su derrota. Cómo cuadrar ese círculo que constituye un dilema enorme para los venezolanos pero también para la comunidad internacional. No existen soluciones fáciles.

El mejor antídoto para el fraude electoral, además de una oposición vigorosa e instituciones potentes, es la observación internacional, ya sea de la OEA, del Centro Carter o de la ONU; Maduro ya dijo que no. ¿Qué queda? Esa tragicómica institución llamada Unasur, que justamente porque Venezuela sabe manipularla con gran habilidad, encierra cierta consciencia para Caracas. Ahora bien, Unasur jamás va a entrometerse en los asuntos de Venezuela, a menos de que otros los convenzan.

México, de la mano de EU y de Canadá, podría convencer a los brasileños —que mandan en Unasur pero no piensan— y a los colombianos —que piensan pero no mandan— de que es indispensable una misión observadora de Unasur en Venezuela. Como ni Argentina, ni Chile, ni Bolivia, ni Ecuador ni Perú van a mandar observadores, estos tendrían que ser en realidad funcionarios de la ONU, por ejemplo, disfrazados de Unasur. No tendría nada de malo. México puede desempeñar un papel crucial en este esfuerzo, si es que decide que la alternativa, a saber, un fraude electoral en Venezuela es peor para nosotros que el esfuerzo de entrometernos. Es el primer gran reto que va a enfrentar la nueva canciller.

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