¿Provocación o acto de guerra?
Un verdadero anatema fue considerado en Pekín el discurso del presidente taiwanés Lai Ching-te en el que el mandatario no fue más lejos que asegurar que en la relación con China “ningún lado debía subordinarse al otro”. Ni el discurso fue una afrenta contra Pekín, ni la intención de Lai era elevar la naturaleza de la desconfianza que cada uno despierta del otro lado del estrecho. Pero la reacción China no se hizo esperar.
Pareciera más bien que Pekín se encontraban en medio de una pasiva espera de un gesto independentista de Taiwán para mostrar otra cara del conflicto, para hacer ver al mundo quien que es tiene al toro agarrado por las astas. Y es así como esta vez fue un número récord el de los aviones que sobrevolaron la línea que separa a los dos países en el mar. La idea de Pekín era marcar un tanto contundente en la disputa con Taiwan. Por ello los guardacostas chinos se acercaron más de lo usual a suelo insular.
¿Fue este episodio de la semana pasada un verdadero acto de guerra o simplemente se trataba de otra provocación? Los estrategas militares que han sido entrevistados en muchos lugares del mundo sin restar importancia a los hechos no consideran que es un poco más de mismo. Es preciso remarcar que se trata de la cuarta ocasión en los años recientes en que se produce una movilización militar de alguna significación pero en esta ocasión China ha ido más lejos y lo que ha intentado no es mostrar su capacidad de invasión, sino hacer ver a la comunidad internacional, al igual que a Taipei cómo es posible proceder al bloqueo de un país democrático.
Ya es conocido de todos los estamentos militares en el planeta que un “cuerpo a cuerpo” en suelo taiwanés pudiera llegar a convertirse en un desastroso boomerang contra China. La movilización aérea y sobre el asedio naval presentado en esta ocasión lo que estuvo encaminada fue a demostrar la capacidad cuasi instantánea de interrumpir seriamente el abastecimiento de Taiwán y la salida de sus productos al exterior.
La amenaza era además un claro mensaje a los Estados Unidos quienes, a la hora de poner en marcha un cerco chino al archipiélago, se encontrarían seriamente afectados. El escenario más creíble es el que define a estas operaciones como movimientos estratégicos de un perfil militar diferente al de una amenaza de invasión. En este caso es la demostración flagrante de la gran fortaleza que China tiene en este conflicto: la de encerrar al país dentro de su propia frontera.
Los expertos estiman que estos ejercicios representan un acto táctico de guerra y por lo tanto ameritan una respuesta del principal afectados: Washington. El hecho de que Taiwán es el mayor fabricante en el mundo de semiconductores ha servido para que Estados Unidos, dentro de su total dependencia de estos circuitos, levante un muro de contención en torno a Taiwán con su ayuda militar económica y política.
Los Estados Unidos, por el momento, no pasan de mirar los toros desde la barrera mientras recuerdan a las partes que lo inteligente de cada lado es preservar un status quo que hasta el presente les ha funcionado. En un momento preelectoral no podría ser de otro modo. Habría que imaginar cual sería la actitud de Washington si una provocación de esta naturaleza ocurre inmediatamente después de las elecciones de noviembre y durante ese periodo gris que separa a los americanos de la toma de posesión de un nuevo Jefe de Estado.