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Prefieren el ocio al honor…

El pasado 16, volvimos a marchar para reclamar lo que es un derecho que nos asiste y, nuevamente, las rectoras del CNE —funcionarias a quienes en cualquier país medianamente civilizado habría que presumir de honorables y neutrales, pero que aquí usan la camiseta de uno de los equipos— se burlaron del electorado y siguieron con su procrastinación, con cerrada de oficinas en un día laborable y todo.  Para ella va que ni de perlas la frase que sirve de título; prefieren las comodidades, los aviones oficiales para ir a vacacionar en islas de fina arena blanca que cumplir con lo que es su deber.  En fin de cuentas, la más vieja definición de “honor”, y que es la primera acepción que nos ofrece el mataburros de la RAE es: «Cualidad moral que lleva al cumplimiento de los propios deberes respecto del prójimo y de uno mismo”.  Cosa que parecen desconocer las cuatro comadres “reptoras”; o, si lo saben, lo toman como despreciable.

La frase con la que encabecé y a la cual ya hice mención es una de las estrofas del “Himno patriótico del 15 de septiembre”, un canto que interpretan los escolares costarricenses todo este mes (no lo cantan los otros once meses) para celebrar el Día de la Independencia de Centroamérica.  El resto del año, se vocaliza el Himno Nacional, pero en el presente mes, solo el “Patriótico”.  Lo que queda de espacio, servirá para glosar otras estrofas de ese cántico y compararlas con el estado de cosas que tanto nos acongoja a los venezolanos.

Después del coro, en la primera estrofa, viene una exhortación que le cae como anillo al dedo a tantos paisanos nuestros que ven pasar las muchas tropelías y latrocinios del régimen y siguen como si nada, como si no entendieran que el futuro de sus hijos y nietos está en juego. Dicen los versos: “Sepamos ser libres, / no siervos menguados; / derechos sagrados / la Patria nos da”.  Para mi gusto, y porque la lógica así lo parece recomendar, yo cambiaría “derechos” por “deberes”; que es lo que nadie por aquí pareciera querer cumplir.  Y, si a la primera acepción de “honor” a la cual hice referencia en el primer párrafo nos atenemos, habrá que concluir que no es solo a las “reptoras” a quienes les hace falta reflexionar…

Más adelante, el himno nos invita a la lucha con denuedo en contra las tiranías, especialmente las que se afincan con la complicidad de cúpulas de uniformados mercenarios: “Nuestro brazo nervudo y pujante / contra el déspota inicuo opresor, / a los ruines esbirros espante / que prefieren el ocio al honor”.  Retrata de cuerpo entero a los milicos que emplean el uniforme, las armas y el poder —que debieran ser utilizados para fines más nobles— para el enriquecimiento indebido, la vida con molicie, las francachelas, el peculado de uso, como contraprestaciones a las muy seguidas humillaciones de que son objeto por parte de la nomenklatura, a la subordinación, ilegal a todas luces, a las órdenes que reciben de mandos extranjeros.  Dejo claro que, cuando empleo el despectivo “milicos”, no me refiero a todo el universo castrense; dentro del estamento armado deben quedar todavía militares institucionalistas, que todavía recuerdan las prédicas y el ejemplo que les dimos sus instructores y superiores, que saben que eso de haber ascendido a los de menos méritos pero que usan el carné partidista como muleta es lo que ha causado el desastre actual, no solo en las Fuerzas Armadas sino en el país entero.  Ineptos glorificados con laureles han sido los ministros de todo, los presidentes de institutos, los directores de despachos, que tienen pasando hambre a la población, dejando morir de mengua a los enfermos, encerrados en sus casas a los ciudadanos mientras sus amigotes de los colectivos y las bandas andan por la libre…

Es hora de que todos entendamos que “Sólo es hombre el que tiene derechos, / no el que vive en la torpe abyección. / Y baluarte serán nuestros pechos / contra el yugo de inicua opresión”.  Por eso, a pesar de los muchos obstáculos que nos sigue poniendo el oficialismo, seguiremos, tercos, tenaces, perseverantes, en la búsqueda de una mejor Venezuela.  Seguiremos —creyendo que los últimos versos del “Patriótico” son de un imperativo categórico— lidiando para que: “Nuestra raza la frente altanera / nunca incline en la empresa tenaz; / de la Patria la noble bandera / no dejemos plegarse jamás”.

Concluyo con un mal regusto en la boca y en la mente: que sean las gargantas de miles de estudiantes ticos las que nos den clases de civismo y nos digan por dónde es que se va hacia el honor y la prez es para avergonzarnos a todos.  Que desde un país pequeñito, con una superficie parecida apenas a la del Estado Guárico, sin ejército y sin macrocefalia militar (o quizás por eso mismo), y con menos de una sexta parte de nuestra población, se nos dicte cátedra de ciudadanía es para que nos haga salir la soflama en la cara.

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