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Portales milagrosos: Mark Rothko

“Me hice pintor porque quería elevar a la pintura hasta la misma capacidad de conmover que tiene la poesía y la música…Llevo pintando toda mi vida  templos griegos  sin ni siquiera saberlo”(Marx Rothko)

A mediados del siglo XX se da una ruptura con la dialéctica desacralizadora   de la contemporaneidad  que  potencia al Homos Religiosus,  vinculada a  la senda abierta por Kasimir Malevich (1979-1935) con su abstracción Suprematista,  al crear horizontes  que permitieron  el surgimiento de  nuevos  paradigmas  estéticos asociados a lo sagrado  como es el que crea el artista de judío   Mark Rothko  (1903-1970), su abstracción se encuentra plena de una  religiosidad  personal  que esta en deuda con los aportes filosóficos-existenciales y   a los cuadros emblemáticas de  Kasimir como son el Cuadrado Banco sobre Negro, 1915, o el Cuadrado Negro sobre Negro. En ambos pintores  se da un tránsito de una figuración a la abstracción en el caso de Malevich  influenciada por el cubismo y en Rothko por el expresionismo.  El pintor hebreo  no niega los contrastes  cromáticos,   sino por el contrario  los depura  a través de planos pictóricos   sobre rectángulos creados en capas  de colores  que llegan en sus bordes a la desmaterialización, creando la sensación  que  parecieran  flotar sobre       planos de color,  rectángulos  que podrían ser interpretados como nubosidades. Lo cual le transmite una simbología   a su lenguaje visual   asociada a la unión de elementos   celestes y  telúricos. Franjas cromáticas    aíslan estas nubosidades que podrían  crear una dinámica de creación y destrucción, al separar un rectángulo cromático de otro, que nos llevarían a los mitos de origen  o cosmogónicos  donde  el universo conocido nace en  eras  cíclicas con  nacimientos-muertes y renacimientos. Cómo ocurre en  diversas civilizaciones como la griega, la India, la azteca… Rothko era conocer de muchos de estos mitos, en base a  estos rasgos de su personalidad  Amador Vega    hace una sugerente interpretación   de la obra de Rothko  al asociar su propuesta al bíblico sacrificio: “El acto único de Abraham consistió en comprender que Yahvéh no quería la sangre de Isaac, sino la renuncia de sí con la que empieza toda obra creadora.” Este conducta ética se puede asociar al  no desear, al desapego al  ego que busca   libertad para vivir entre sendas espirituales propias que era  uno de los leitmotiv de Marx.

Gustaba de los grandes formatos a diferencia de Malevich  cuyos cuadros abstractos eran  de pequeños y  medianos formatos, pues tenían  como referencia los iconos,   y los altares familiares. A pesar de esta distinción ambos buscaban crear  propuestas intimistas. Rothko  sostenía como era propio del expresionismo abstracto norteamericano en artista como J. Pollock que los grandes formatos generan en el otro la sensación de intimidad, de recogimiento interior creando ambientes propicios a la meditación, al encuentro consigo mismo y a lo numinoso.  Para el creador del dripping y amante de la velocidad  sus cuadros eran dominados por  la horizontalidad. Los grandes formatos de Rothko   eran por el contrario dominados por formatos verticales, vinculada al simbolismo de la puerta, o portales a otra dimensión que pudiera crear milagros internos en el público al sumergirlo en sus atmósferas,  acentuaba este sentido  al colocar sus  abstracciones   cercanas   del piso. Llevando esto  al extremos  en su última creación, que podría ser considerada una instalación  pictórica: los catorce cuadros de la Capilla Rothko, a su vez es   un ejemplo de obra total, donde las diversas artes se integran para crear una oración visual. Estas abstracciones de planos cromáticos  crean tensiones entre la forma y el fondo, deseaban comunicar como afirma Dominique Menil: “El misterio trágico de nuestra condición perecedera. El silencio de Dios, el silencio insoportable de Dios.”

“Cuelgo los cuadros más grandes de tal modo que el público se tope con ellos al principio y a muy corta distancia provocando así que la primera experiencia sea la de estar dentro de cuadro…También cuelgo los cuadros bastantes bajos, y en el caso de los más grandes en concreto, tan cerca del suelo como sea posible, ya que así es como los pinto.”(M.R.)

  Así como  Malevich escribió demasiado a Rothko le incomodaba escribir o hablar de sus cuadros, pues deseaba que el otro los viviera y se creará un milagro en su percepción por las emociones que despertaban. Por esto evitaba condicionar la interpretación de sus cuadros en el público a través del título, y en sus pinturas  los evitaba,   por eso muchas  no tienen título, otros eran enumeradas, o llevan los nombres de los colores que dominan como Rojo y azul, 1954.

 A pesar de que sus cuadros de los 50 tenían planos pictóricos de colores como el amarillo, el rosado, el azul no los vinculaba a la alegría sino a la tragedia. Esto en gran parte se debía a que era un asiduo lector de Nietzsche y sus planteamientos  sobre la tensión entre lo Apolíneo y lo Dionisiaco que plantea en el  Origen de la Tragedia, también apreciaba  el libro de Joseph   Campbell  El héroe de las mil Caras, donde el mitólogo   hace una erudita y sugerente investigación sobre la mitología del héroe, sin dejar afuera a Gautama, y cómo llegó a ser un Buda a través de una épica espiritual, que hace del encuentro y la vivencia del vacío el gran paso en su evolución espiritual. Estas analogías  se evidencian  en su manera de ser, pues era un artista desapegado a lo material, actitud que está asociada a una de las cuatro nobles verdades de Buda, como es el no desear, a su vez es el código ético religioso del  Mahabharata expresado en el Guita.   Hay varios   episodios  de su vida que documentan   este rasgo de su personalidad. Una de ellas  da una idea clara de su  posición ante este dilema  y lo que buscaba lograr con  su paleta y su talento. En una ocasión una  coleccionista fue a visitarlo a su taller en 1968  en Nueva York porque deseaba comprar uno de sus cuadros: “ Rothko le señalo una enorme pintura de color azul oscuro y rectángulos negros flotando sobre un profundo campo de color bermellón… Señor Rothko, dijo la mujer con decepción, quiero una pintura alegre, con rojo, amarillo y naranja, no una pintura triste. Divertido Rothko respondió: Rojo, amarillo y naranja ¿No son los colores del infierno?, la dama salió del taller escandalizada por la franqueza del artista.  

La integridad ética-espiritual del artista, se evidencia también   cuando le encomendaron cuatro murales pictóricos para un famoso restaurante llamado de “Four season”, en 1959,  Nueva York recomendado por el director del Museo de Arte Moderno de Nueva York, al saber que las pinturas no las colgarían de las paredes del local sino serían para un salón de conferencia que daba a la sala de empleados, renunció  a la comisión a de dos millones de dólares a pesar de haber hecho los cuatro murales, simplemente  pidió que se los devolvieran, a pesar de su situación económica no era muy buena. En  una entrevista que le hicieron en esa época, refiriéndose a ese episodio dice: “Si el restaurante se rehúsa a colgar mis cuadros eso sería el halago final…” Paradójicamente sus cuadros han sido vendidos en cifras astronómica, y en una subasta  de Christies´ New York en el 2012,   su pintura Anaranjado, Rojo y Amarillo (1961), se vendió en 86,9 millones de dólares.

La Capilla Rothko, Houston : Se construye a principio de los  setenta, y es una de las obras sagrada más  relevantes  de la contemporaneidad  inaugurada en 1972,  pocos años después de su suicidio por el aneurisma que tenía, sintomatología que se acentuó  por sus hábitos  ya que era   asiduo bebedor y fumador. Creó una obra   donde las artes se integran así  la arquitectura, la escultura, la pintura y la música se armonizan  para crear un espacio único de encuentro con lo sagrado  entre un clima sublime y  trascendente. Donde su visión de lo que es un espacio sagrado se materializa, por esto  es una capilla abierta  a  todos los credos y se realizan en ella ceremonias de las más diversas  religiones…

“La pintura o la obra de arte  está realizada para  comunicar  emociones.., y crear milagros” (Rothko),  creía firmemente que la emoción que debe comunicar una obra de arte  al espectador debería provocar un milagro o  una epifanía que  revelará emociones-profundas.

El artista tuvo  fuertes desacuerdos con el arquitecto que había iniciado la construcción de la capilla cuyos  mecenas  eran Dominique y Jon de Menil, pues quería hacer una capilla monumental y Rothko deseaba un arquitectura sencilla, que se hiciera eco de la   verdad espiritual que se iba encontrar el espectador en su interior: catorce cuadros monocromos en degradaciones de negros, purpuras de grandes formatos  repartidos en tres trípticos en la parte norte, este y oeste, y cinco individuales. El pintor selecciono   incluso el tipo de luz que iba a  tener el interior de la capilla, de ahí la claraboya o ábside con vidrios transparentes que transmiten luz natural  que va cambiando a lo largo del día,  vinculando  el espacio interno al cosmos, también ubico las obras casi al ras de suelo para  potenciar la sensación de portal a la dimensión sacra, y  puso bancos en lugar de cómodos sillones, pues quería guiar no solo la percepción del público sino  determinar su posición corporal facilitando una posición física propicia para la meditación y la reflexión.

La forma de la capilla es octogonal, como una cruz griega con su simbolismo  asociado a la totalidad al unir  el este, oeste, norte y su sur  con el círculo vinculado a    la perfección…. En el exterior  el clima  de hierofanía se potencia con la escultura de B. Newman Pirámide y Obelisco,  en un espejo de agua que  refleja los cambios de luz y del clima. La contemporaneidad y  la percepción    hacen que  una pirámide de acero monumental   con un obelisco unido en sus vértices, sea una imagen  sorpresiva y paradójico por   la disposición de sus volúmenes,  al crear  una inversión, pues las pirámides no tiene en la realidad obeliscos en sus vértices, y además  pareciera que fuera a caerse el obelisco. Este impacto estético, hace olvidar al espectador   que está ante una geometría sagrada que tiene sus orígenes en el antiguo Egipto donde  el obelisco  representa  rayos de luz petrificados y la pirámide la montaña sacra, donde confluyen las energía del sol y portal a la eternidad.

 Morton Feldman   músico y amigo de Rothko creó para la apertura de la capilla el réquiem para el artista, composición  encargada por los mecenas de la capilla. Los músicos y el coro se dispusieron en el día de la inauguración cual si fuera un performance ideado por Marx Rothko.

Es paradójico que tanto Kasimir Malevich como Mark Rothko (1903-1970) hayan sido  creadores de un horizonte para la contemporaneidad   que recuperarán  a través de su lenguajes visuales abstractos la dimensión de lo sagrado, del arte como epifanía y  ambos fueran rusos, y estuvieron   vinculados a la distopía comunista. Kasemir nació, murió y sufrió incluso fue perseguido y encarcelado incluso  en la URSS, y  Rothko emigró de Rusia junto a sus dos hermanas a los 10 años en un viaje  en   barco a Estados Unidos en el año de 1913. Debió  haber sido un  recorrido traumático,  llevaban colgado al cuello   carteles   que informaba a los otros viajeros que no hablaban inglés. Imaginémonos tres niños  haciendo ese viaje en barco  por 12 días,  y  al año de llegar a su destino tuvo que vivir la dolorosa   tragedia del fallecimiento de su padre, lo cual los dejó en una difícil situación económica  que lo obligó a hacer diversos trabajos como ser vendedor de periódicos callejeros… Marx Rothko traía consigo de Rusia todo el misticismo judío, ruso y bizantino en su alma, creando  junto a Malevich   propuestas estéticas espirituales que aún  conmueven y sorprenden, acercando al otro a  verdades que siguen siendo eternas y actuales como es la búsqueda de  comunión con el cosmos y la trascendencia de nuestra condición humana para recuperar Homo Religiosus, y su vivencias.  

“Mi propio arte no es más que un nuevo aspecto del eterno mito arcaico”(M.R.)

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