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Por torpezas y disparates

En matemática, la suma continua de errores, no siempre es otro error. Aunque de ser así,  indudablemente es de mayor envergadura. Esto deja ver que existen condiciones que terminan arrojando un resultado cuya lógica, propia de sumatorias configuradas por absurdos absolutos, proyectan una respuesta tan insólita que no tendría cabida en el rango cuántico de la matemática convencional. Ni siquiera, en la esfera de la matemática infinitesimal. Es ahí cuando la filosofía hace de la matemática su cómplice para denotar, por ejemplo, que “multiplicar algo por nada no da todo”.

En política, jergas de esta naturaleza, son la mejor oportunidad para hacer de ella una combinación pertinente entre causa y efecto. En estos casos, la relación prescrita termina convirtiéndose en la coyuntura esperada la cual, según la estadística probabilística, podría articular necesidades abarrotadas de engaños. Y cuyo valor discursivo, semejaría un compromiso. Pero sustentado en el aire. O sea, infundado en toda su forma y fondo.

Quizás, el concepto del dramaturgo y poeta francés, Louis Dumur, sobre política, pareciera calzar con las realidades que mejor concilian con intereses que movilizan sus manoseadas necesidades. Así, la política justifica sus argucias. A ese respecto, refería Dumur que “la política es el arte de servirse de los hombres haciéndoles ver que se les sirve a ellos”. Es decir, engañándolos de manera osada.

Algo así es lo que esconde la intrigante carta que, un grupo de veinticinco controvertidos personajes del mundo político venezolano, enviaron al presidente de los EE.UU., Joe Biden. 

No obstante, la intención de dicha misiva, aún cuando pareciera motivar el posible y necesario “despegue” del país luego de vivir seguidas frustraciones, esconde razones que contradicen lo que algunos de sus signatarios reprochaban al régimen. Y que ahora, apuestan al alivio de medidas dictadas por EE.UU. con el fin de presionar al régimen a alinearse con el necesario respeto a las libertades y derechos humanos. Proceder éste justificado en la llamada “radicalización de la revolución”, viene transgrediendo preceptos constitucionales y valores cívicos. 

Ante un cambio (desacertado) de ruta 

Si bien la misma da cuenta de una nuevo escenario cuyos elementos apenan el ámbito en el cual se moviliza la democracia que muchos venezolanos insisten en recuperar, igualmente es razón para reconocer el adulterado manejo de factores que pueden oscurecer aún más el horizonte nacional. Pero esta vez, por personas cuyas opiniones sirvieron, en el pasado recién, para asentir importantes discusiones que hicieron tambalear al régimen oprobioso. Al mismo régimen que ha conducido a Venezuela hacia terrenos encharcados de miseria, exclusión y corrupción. 

Todo esto pudiera tener un paralelo en una realidad configurada por personajes que, a decir del léxico popular, están dispuestos a “saltar la talanquera”. En ellos se agotó el discurso en otrora preservado. Hoy, optaron por no abandonar su zona de confort. O el régimen busca comprar su dignidad, principios y valores. Incluso, cambiar su opinión por algún estipendio que compense la determinación de cambiar de bando. 

Asimismo, cabe la posibilidad de considerar que tan drástico cambio de posturas podrá empeorar la situación política nacional. Más, porque de ellos se esperaba que la constancia, reciedumbre y seriedad siguiera fungiendo de timón para así dirigir el rumbo decisivo de Venezuela. Específicamente, hacia derroteros de autonomía política y resiliencia social. Tan denodado esfuerzo, debió haber sido la guía que indujera el valor de vanguardia en la lucha por reconquistar la democracia. 

La vía por donde estos modelos de “esquiroles” apuntaron sus baterías intelectuales y pragmáticas, aunque escogieron una ruta bastante inmediatista, podría ser canal causante de impensables consecuencias. No sólo de razón moral y ética. También de carácter político- administrativo. Y hasta  de actitud emocional. 

Lejos de haber continuado el difícil camino que con valentía y voluntad venía recorriéndose, el país podría atorarse peligrosamente. Incluso, mucho peor de lo hasta ahora vivido. Es casi como repetir las caídas o choques que Venezuela se ha propinado (placentera y desvergonzadamente) con la misma piedra. ¿O acaso siguen desconociéndose las lecciones de la historia política contemporánea venezolana? Ojalá no sea esa la experiencia. Pues de ser así, todo sería como andar testarudamente entre absurdos. Lo que equivale a transitar la política. Pero, por el camino marcado por torpezas y disparates.

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