¿Por qué una nación es una empresa espiritual?
Aclaremos conceptos… para aquellos que no creen que existe el Espíritu o un mundo no físico, todo lo que un ser humano considera más valioso y determina el mayor significado a la vida que experimentamos no se puede tocar, medir, ver o guardar en una caja. El sentido de pérdida y dolor por un ser querido que muere, la sensación de herida por una humillación, el cariño por tu mascota, el vínculo de una amistad, o la profunda exaltación que sientes la primera vez que te enamoras… todo ello mana, remueve y exalta esa dimensión no corporal, pero por demás muy real, que es el mundo no físico y que le podemos perfectamente denominar el reino Espiritual.
Es lo espiritual lo que “anima” el cuerpo, le da sentido y cohesión real.
Segundo punto a clarificar: no es lo mismo religión que espiritualidad. Hace tiempo tuve una discusión con un sacerdote católico, hablábamos sobre la esencia y carácter de Dios y, de repente llegamos a un escoyo que no pudimos desenredar para continuar la conversación: él aseguraba que Dios era cristiano y yo le decía que no lo era, que a Dios no le calzaban las etiquetas, que esas eran maneras nuestras para ordenar y entender mejor. Esa controversia es la evidencia de la diferencia entre espiritualidad y religión. Aunque yo sé lo que él quería decir, sin embargo, el cristianismo es una manera de unirnos, entender y seguir de manera grupal o social a Jesus… la religión organizada es un hecho social y no puede sustituir el vínculo con la fuente, que es una relación personal e íntima que todos podemos tener con la Divinidad.
Así pues, la vida espiritual es una dimensión de la experiencia humana, que idealmente, se alinea y orienta hacia el mayor valor que puede entender un individuo; si es hacia algo trascendente, apunta hacia arriba; si es algo que meramente imita o ‘idolatra’ un valor trascendente, eventualmente se orienta hacia abajo y hacia la descomposición del individuo.
Recuerda: en este ciclo, al igual que otros, estamos construyendo sobre las ideas que anteriormente hemos compartido. Te incluyo los links de los anteriores artículos del Ciclo LA SEMILLA DE MOSTAZA para que no te los pierdas.
La separación de la religión y la política
¿Qué es una Nación? Es idealmente la concreción social de una visión que une a un pueblo alrededor de un Contrato o Pacto Social, el cual aportar un marco de identidad, significado y orientación a toda su sociedad.
La separación de la religión de la política comenzó en Occidente durante el Renacimiento, donde se inició la separación de la religión de la organización política de los estados. Con mucha razón necesitamos agregar, la “religión organizada” había demostrado ser un foco de sectarismo, discriminación hacia aquellos que pensaban diferente, intolerancia de lo que creían erróneo y endiosamiento de aquello que creía correcto (por cierto, todo ello muy lejos de las enseñanzas de su fundador)… pero, si “somos seres espirituales teniendo una experiencia corpórea”; si las relaciones entre nosotros son espirituales esencialmente y, si una nación es la ‘visión que une a un pueblo’ basado en el epicentro social que es el Contrato Social, que modela y aclara cómo y porqué nos unimos y emprendemos de manera conjunta dicha empresa… ¿Cómo no es una Nación otra cosa que una empresa espiritual?
Alguien puede alzar la voz y decir – ¡Las leyes no pueden estar orientadas a la espiritualidad! – yo, por necesidad tengo que recordar que “los derechos civiles” son fundamentalmente “derechos espirituales” y les protegen las leyes civiles: en su base el individuo tiene un valor intrínseco e inalienable que, valga la redundancia, nada ni nadie puede desnudarle de él… y, dicho sea de paso, es un valor fundamentado en la tradición bíblica y Judeocristiana.
Permítanme hacer una referencia histórica de los derechos de las personas más vulnerables, cómo las relaciones entre los ciudadanos fue de interés para regular los excesos de las personas entre si y entre sus empresas y actos, lo cual es lo que fundamentalmente protegen las leyes y las razones que deben fundamentar una nación y el estado de derecho… pero el derecho es en realidad sólo el punto de partida.
Breve cronología de las primeras leyes que buscaban evitar la inestabilidad social
Con el surgimiento de la consciencia, lo que en el reino animal se daba por asumir la posición de liderazgo de una manada o la rivalidad por ganar el “privilegio” de apareamiento y propagación de la especie; en los seres humanos, debido a que “existes por medio de la consciencia” hay mayor número de líneas de liderazgo que no sólo sean esas dos mencionadas… por tanto, las tensiones alcanzan otras confrontaciones adicionales. Emergió la dura realidad que un ser humano quitara la vida a otro por algún “movimiento” interior que le contrariaba o por el obstáculo que otro pudiera generale en su búsqueda de un objetivo que creyera le ponía en posición ventajosa con respecto al resto de la manada.
El relato ancestral de Caín y Abel (puede fácilmente tener mucho más de 10.000 años de tradición oral) son un perfecto ejemplo de ello y reflejan, a múltiples niveles, la arquetípica confrontación en una relación: uno de esos niveles es la rivalidad por las diferencias – “¿Por qué si los dos “hacemos lo mismo” a ti te va mejor que a mí?” – las aparentes injusticias de la realidad y la incapacidad de gestionar la dinámica ‘telúrica’ personal interior nos mueven a actuar bajo falsas premisas. Ellos representan, el cómo emergen las relaciones entre personas y clanes en una etapa previa a las ciudades. Pero con las ciudades, se hace indispensable unas normas mínimas de convivencia, especialmente que rijan sobre las diferencias sociales entre los diferentes grupos o tribus, que sólo aparecen al comenzar las ciudades.
Una de las primeras leyes de que tenemos constancia son las leyes de la Antigua Mesopotamia del Código de Ur-Nammu (2100-2050 a.C.). En él se establece que, si un hombre de la clase real pierde un ojo por responsabilidad de un plebeyo, a éste se le sacarán ambos ojos. Probablemente la “proporcionalidad” de la ley era confirmada por el rey, pero siempre la determinaba el estatus social de los afectados. Sin embargo, si era a la inversa, la ley estipulaba que el ciudadano de la clase real le daba una indemnización en oro o plata al peso por el ojo perdido por el plebeyo, inclusive estipulando una tabla de valores de indemnización por diferentes miembros. Estas leyes buscaban frenar la venganza y dar orden a las relaciones entre ciudadanos en una misma ciudad y eran un avance de “La fuerza establece el derecho”. (Nota a fin del artículo)
La ley del talión, el famoso “Ojo por ojo, diente por diente”, buscaba igualar la compensación, independientemente de la clase social o estatus de los involucrados. Esa ley fue establecida en el Siglo V a.C.; es decir, las sociedades tardaron 15 siglos en avanzar a una ley que no discriminaba las diferencias sociales y de estatus entre los individuo afectados.
Otra vez, todas las leyes no son el culmen de las relaciones sociales, el Código de Ur-Nammu, el código de Hamurabi de Babilonia, los Diez Mandamientos de los hebreos… son los mínimos para establecer una base de ‘suficiente paz’ para que los ciudadanos se relacionen y la razón por la que se han reunido tenga la oportunidad de dar fruto. Pero por más que tenemos 6.500 años viviendo en ciudades, no parece que podemos levantar vuelo de lo más básico.
Los dos elementos que muestran lo que es una vida bien vivida.
Sin el individuo, y su valor intrínseco e inalienable, no podemos construir nada estable – hay quienes alegan que es la familia ese núcleo social (por ahora no entremos allí). Sin embargo, no todos los individuos son iguales… ejemplo: Albert Einstein y Bernard Lawrence (que es conocido como «Bernie» Madoff, un estafador de NY que realizó un fraude continuado de $65.000 millones) … la diferencia entre los diferentes individuos yace en qué colocan en el tope de su escala de valores y cuánto trabajan para alcanzar dicha meta; un individuo que orienta su vida hacia algo trascendente y asume responsabilidad por todas las circunstancias que le adversan en dicha travesía, concluye transformándose en un “buen ciudadano” y apoya todo a su alrededor para evolucionar a mejor.
No hay límite de lo que una nación puede alcanzar si una porción significativa de individuos vive así.
El segundo elemento que muestra lo que es una vida bien vivida es la calidad de las relaciones que mantiene un individuo. “Durante 86 años, la Universidad de Harvard (EE.UU.) ha estado realizando el estudio científico más longevo de la historia sobre la felicidad. El Estudio sobre Desarrollo Adulto comenzó en 1938 con cerca de 700 adolescentes. Algunos de ellos eran estudiantes de Harvard, otros vivían en los barrios más pobres de Boston” (BBC). Su mayor revelación es que la calidad de vida y longevidad de un individuo son primordialmente determinadas por la calidad y integridad de las relaciones que sostiene (quizás aquí volvemos a tocar el valor de la institución de la familia).
Saben qué es interesante, a gran escala estos dos elementos nos devuelven al fundamento de una sociedad y por tal la base real del Contrato Social, que debe ser el objetivo de todo el esfuerzo de la política, lo que deben sustentar, promover y proteger todas las instituciones, las leyes, la educación y el sistema de justicia de una nación.
Así pues, podemos argumentar que una Nación fundamentalmente debe aportar una dirección y marco de identidad hacia valores trascendentes, que permita a los individuos y empresas orientarse hacia dichos valores; a la vez debe fomentar y proteger las relaciones entre individuos y, por consecuencia, a las agrupaciones e instituciones que les unen y sustentan en dicha empresa. Las leyes y los derechos individuales y sociales deben proteger dichas relaciones, además de educar y fomentar para el desarrollo orientado al Valor Trascendente de los individuos.
Si estás perdido sobre cuáles pueden ser esos valores básicos para construir una nación, estos son: la libertad, la honestidad, la solidaridad y una educación que fomente individuos libres y de pensamiento crítico. Pero hay otros muy importantes que tienen que grabarse en fuego en la cultura y en los corazones del ciudadano: la mentira es muerte, la verdad aunque pueda ser dura promueve la vida; la corrupción es pobreza, la honestidad es fuente de confianza y por ende de prosperidad… y sobre todo, el trabajo dignifica y los servidores públicos como los educadores, bomberos, enfermeras, policías, militares, legisladores y políticos deben estar en lo mas alto de nuestro reconocimiento porque sirven a la sociedad y por tal deben ser los mejor calificados.
La principal inversión que debe alocar un estado es en la transformación de la cultura hacia la meritocracia, a ayudar a todos los ciudadanos a ser su mejor versión… y a la vez, los ciudadanos tenemos que esforzarnos por ser parte de ese cambio.
Y compatriotas, dado que trabajamos por crear una nueva Venezuela, ella te dice:
“No llores por mí… trabaja en ti, ¡TE NECESITO!
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Nota de referencia: desafortunadamente hago el comentario sobre el código de Ur-Nammu por memoria, tengo mi biblioteca en Venezuela y la dedicación del tiempo de compaginar mi trabajo convencional con mi escritura no me permite el tiempo de investigar más profundamente para dar referencias concretas.
El próximo martes…
¿Para qué trabajamos?
El más grande trabajo de un individuo es reconocer dónde está, hacia dónde va y caminar hacia ello… la educación le aportar los básicos a un individuo: aprender a leer, escribir y contar… de la política: salvaguardar las relaciones y promover un hábitat donde la prosperidad sea una posibilidad real… al final todo se reduce a como todos tenemos que forjar la identidad vital que nos permite emprender la travesía hacia el destino de nuestra vida… lo mejor que podamos.
EL PUNTO a la i
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