El EditorialOpinión

¿Por qué no salimos del foso?

Son muchas las razones que han anclado a nuestro país en una senda errada que, a través del tiempo, nos ha conducido a una decadencia progresiva que hoy constatamos nos llevó a ser lo que internacionalmente se califica como «Estado fallido».

La primera causa fue la de no haber sabido aprovechar la circunstancia de la riqueza petrolera, para construir un modelo político cuya prioridad fuese la de educar con calidad a la población, para superar el modelo rentista y populista que la ha empobrecido.

El creer que Venezuela era un país rico fue un error, tal vez derivado de la primigenia búsqueda de El Dorado, que fue la principal motivación de nuestros antiguos colonizadores, pero que a larga -y sobre todo a partir del siglo XX- se convirtió en nuestro mito dominante. No era necesario innovar, competir, diversificar la economía, total, contaríamos “para siempre” cone la renta petrolera.

La otra causa importante fue el régimen demonial que los españoles impusieron, mediante el cual, todos los bienes del subsuelo pertenecían a la Corona, y que la nueva República lo hizo parte de su orden jurídico constitucional. Así quedó establecido, y la función de los futuros gobiernos republicanos fue esencialmente la de administrar y distribuir la riqueza minera en la forma que estos consideraran más conveniente.

Eso en sí no habría sido un impedimento al progreso del país si hubiera existido una clase política que entendiera que no era viable a término ser solo rentistas, sino que era indispensable diversificar la economía o como decía Arturo Uslar Pietri ‘sembrar el petróleo’, para crear las bases de una Venezuela moderna, en la que el trabajo y la creación de bienes y servicios asegurasen un mejor futuro cuando la renta minera disminuyera.

El drama de hoy en gran parte se debe a haber vivido por demasiado tiempo más allá de nuestras posibilidades, gracias a una moneda absurdamente sobrevaluada que nos permitía importar todo a bajo costo, pero que no favorecía la creación de una economía exportadora.

Ahora que estamos prácticamente tocando fondo debemos dejar de creer que volveremos a ser lo que éramos gracias al petróleo, el oro, el coltán o los diamantes. Nuestra riqueza futura provendrá de la educación de nuestros jóvenes, de la diversificación de la economía a través del emprendimiento y de un cambio radical de este modelo político-económico que terminó por llevarnos a la quiebra.

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