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Política y antipolítica: rebelión inquilinaria

La antipolítica que claramente ascendió a finales del siglo anterior, facilitó la captura del poder por elencos completamente desconocidos, cuya promesa estelar fue la de liquidar el conflicto, liquidando a todo el liderazgo político convencional de entonces. De una extraordinaria simplicidad, nos creímos en el curso de la más pavorosa crisis de la historia y, para satisfacción de los pecadores, fueron muchos los justos que cayeron en el inmenso paredón de la moral rentista.

Envalentonando al nuevo mesías, cada quien dijo ocuparse exclusivamente de sus asuntos personales,  porque la política no les concernía, síntesis de todas las impurezas que no existen o se ocultan en otros ámbitos. Esto es, la suerte individual le debía muy poco o nada al destino – por cierto, inexorablemente – compartido.

Forzado el consenso por una vía crecientemente autoritaria, afianzada la política como un espectáculo de arreos marciales, profundizando en la anomia social, el drama nos alcanzó a todos los inquilinos del califato petrolero y biométrico en el que nos hemos convertido, pugnando por una rebelión que naturalmente la deseamos cívica, pacífica y expedita. Frecuentemente vanidosos, el ejecutivo, el obrero calificado o el portero de una empresa firme y estable, fracasada la búsqueda de oportunidades en el exterior, cada vez más reducido el cupo clientelar del gobierno, hoy se debaten entre la pobreza y la marginalidad: propietario de las divisas, el Estado ni siquiera provee lo necesario para garantizar los insumos médicos, fármacos y alimentos, familiarizándolos con la muerte que dice tener a un anónimo delincuente.

Inevitable, la antipolítica en el poder aprieta más la soga, deseándose libre de todo cuestionamiento. Y, temiendo el regreso arrepentido a la razón, al genuino debate ciudadano que no es otra cosa que el debate político, convierte la demanda del revocatorio en una aventura que, en clave de telenovela, adquiere una importante resonancia de sinceridad: no habrá alternancia alguna de poder por las buenas ni por las malas, por los votos ni por las balas.

Los más cercanos partidarios del gobierno, acaso, necesitan mejores pretextos y el denuesto anticapitalista dice bastarles, tan alienados y explotados como el que más. Para el resto, plomo y candela a manos del lumpemproletariado que, no precisamente conformado por sendos cuadros políticos e ideológicos, pueden mancharse las manos de sangre y llenar los bolsillos de las prendas de sus víctimas, como la lumpemburguesía nunca lo hará ante la taquilla de los paraísos fiscales que celebran.

@LuisBarraganJ

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