Poder, Autoridad, liderazgo y corrupción
El uso del poder es parte del arsenal que todo directivo debería saber emplear a fin de impulsar sus proyectos. Por regla general, resulta mucho mejor valerse de la influencia (capacidad para motivar a las personas [liderazgo]) y menos de la autoridad (derecho a tomar determinadas decisiones). Las intenciones y la naturaleza de los medios con los que se ejercita el poder determinan dignificar, o por el contrario corromper (desmotivar) al equipo de trabajo, incluidos los directivos. Las instituciones tienen problemas por el secuestro que las élites extractivas hacen de sus organismos. Las élites extractivas las conforman los líderes que utilizan a las instituciones a beneficio propio con elusión del bien común. Tales personas crean, también, organizaciones extractivas, ostentan su poder inescrupulosamente, y sin empatía alguna (poder por el poder). De los que resultan sociópatas con buen concepto de su persona (farsantes); según Maquiavelo – padre de la mentira-, “pocos ven lo que somos. Pero, todos ven lo que se aparenta”. Son grupos que se mueven por su beneficio particular, que lejos de generar riqueza, acaban construyendo relaciones parásitas con el resto de la sociedad. Se encuentran tanto en el mundo público (sindicatos, partidos políticos, judicatura, policía y otros) como en el privado (empresas, finanzas, medios de comunicación, recesosy otros) haciéndose de indispensables. Son transversales y producto de una pugna entre el bien y el mal que libramos en nuestro interior.
Constituye un hecho histórico que una facción importante de las instituciones humanas cae en desgracia por carencia de virtudes (don de mando gerencial inexistente), a lo que se suma la carencia de un programa de relaciones públicas formal.
El poder corrompe. Pero, quizá la falta de este podría corromper más aún.