Pobres, empresa y futuro
No hay futuro de paz y convivencia para Venezuela si no hay futuro con dignidad para los hoy pobres. La inflación desbocada de los últimos dos años, y el brutal descenso del PIB, hacen que tres de cada cuatro familias tengan ingresos por debajo de sus necesidades básicas. La realidad sigue empeorando, los pobres caen en la miseria y la pobreza avanza haciendo estragos en la clase media. Esta falta de futuro para el 75% de los venezolanos tiene también en agonía al gobierno y al régimen: fracasaron y no hay futuro para ninguno de los dos; tampoco lo habrá para el próximo gobierno si viene sin tomar en serio y sin respuesta para los pobres de Venezuela y sin decisión para conectar con su esperanza y crear oportunidades de vida humana.
Estamos hablando de 14 millones de trabajadores (la mal llamada “fuerza de trabajo”) que necesitan ser productores no pobres y que la sociedad los reconozca y retribuya como tales, para así salir de la pobreza. Pero entre nosotros la “empresa privada” ha sido demonizada y hay líderes que ni se atreven a mencionarla; incluso muchos de los mismos empresarios se vuelven vergonzantes y no hacen ver que ellos son el futuro para los trabajadores. Ambos se necesitan: pues unos no pueden ser productores si no hay empresarios y empresas, y el éxito de estas es imposible sin el “talento de trabajo”; para 10 millones de trabajadores hacen falta 200.000 empresas con un promedio de 50 trabajadores (200.000 x 50=10.000.000 de trabajadores). No hay empresa productiva sin empresarios exitosos y los empresarios son de primera necesidad para el conjunto del país y especialmente para los pobres. Insensata y machaconamente desde el poder se ha indoctrinado para acabar con la empresa privada, con lo cual se atornilla a los pobres en la pobreza. Salir de la pobreza es una gran prioridad pública, lo que significa que el próximo gobierno y la nación deben estar convencidos de que no hay futuro para el pobre, sin futuro para los empresarios y no habrá futuro para los gobiernos ni para las empresas, si no hay futuro para los trabajadores y los pobres de hoy.
Este no es un problema ideológico, sino de sentido realista de las cosas que en el siglo XXI no se resuelve con “derechas e izquierdas”. La política y el cambio actual en Venezuela se definen e torno a este eje central, pero tenemos una herencia que bloquea y hace creer que los enemigos de los pobres son los empresarios y los enemigos de estos los pobres. Necesitamos con urgencia un tratamiento de desintoxicación para que los diversos sectores experimenten y entiendan que no son enemigos que deben destruirse, sino complementarios que se necesitan. Aprender a mirar la realidad y el futuro para construir juntos. Matrimonio de amor o de conveniencia, pero matrimonio. Para lo cual se necesita no solo un desmontaje de la ideología de enfrentamiento excluyente, cargada de agravios y de resentimientos históricos, sino que los sectores empresariales y profesionales tienen que proponerse y experimentar lo bueno que es para ellos que los pobres salgan de su pobreza de consumo y sobre todo de su pobreza productiva, y que estos a su vez vean que no les puede ir bien si en Venezuela no florecen cientos de miles de empresas y empresarios exitosos con inversión e innovación, que son competitivos porque forman equipo con sus trabajadores.
Rescatar y transformar la empresa privada es prioridad para los pobres de Venezuela. Los dirigentes políticos serios necesitan superar los bloqueos y estereotipos que los hace incapaces de enseñar a sumar y multiplicar el conjunto de las fuerzas del país. Es una prioridad pública y producto de primera necesidad. Para los empresarios venezolanos superar la pobreza y fortalecer la condición productora y ciudadana de los pobres es de prioridad irremplazable. La revolución educativa, que el país pide a gritos, es inseparable de la revolución económica: el sistema educativo y el productivo apoyándose mutuamente y transformando la “fuerza de trabajo” en “talento de trabajo”. No es posible la República con mayoría de pobres productores que viven del reparto de la renta petrolera y manipulación clientelar.
Tenemos que nacer de nuevo (primeramente los líderes) con nueva cabeza, nuevas manos productoras y nuevo corazón solidario que incluye a la otra parte de la sociedad que tiene lo que falta y que hasta ahora nos enseñaron a excluir. Este es el cambio democrático que necesitamos, con menos no tendremos futuro.