Petróleo humanitario
Más allá del totalitarismo y la corrupción, la banda gobernante es inclemente al sacrificar a su propio pueblo como medio para sostenerse en el poder. Desborda la malignidad de cualquier otra dictadura. Es ostensible cómo este régimen, tutelado por el cerebro cubano que no tiene por qué ser compasivo con los venezolanos, manipula la miseria sembrada y acumulada desde 1999. Sabe cómo aprovecharse de ese maridaje que junta hambre y carencia de medicamentos en un medio que anida el resurgimiento de viejas epidemias. Ha reducido las aspiraciones de la sociedad a la manipulación de sus necesidades primarias. No hay más promesa que la de una bolsa de comida que escasea o nunca llega. El problema de Venezuela ya deja de ser político, es humanitario. Reclama un arbitraje de otro orden.
En agosto de 1991, luego de la Guerra del Golfo provocada por la invasión de Iraq a Kuwait, el Secretario General Pérez de Cuéllar y el Consejo de Seguridad de la ONU, acordaron un embargo petrolero a la dictadura de Saddam Hussein y un programa de ayuda humanitaria que rescatara a la poblacion iraqí de una catástrofe de hambre y epidemias, se llamó Petróleo por alimentos. La dictadura no podría continuar utilizando el petróleo para su locura armamentista. Nos correspondió formar parte del equipo de trabajo que estableció los mecanismos para la exportación de crudo, para la adquisición exclusiva de alimentos, medicinas y suministros agrícolas. Se determinó un volumen de exportación que, al precio del momento, alcanzara 1,6 millardos de dolares semestrales.
Los venezolanos padecen hoy condiciones de miseria comparables a las de aquella guerra. Hemos retrocedido décadas en términos de bienestar humano. Los ingresos petroleros no pueden seguir siendo consumidos arbitrariamente en pago de deuda y armas, que son las fuentes de permanencia de la dictadura. Los organismos internacionales tienen la palabra…