Petrobabiecadas
¡Dios, cuánta estulticia desparrama este tipo! Y lo triste es que hay peores que él, que creen a pie juntillas todas las insensateces que aquel prodiga en cadena nacional. Ya son casi veinte años cayéndole a coba a la gente más sencilla de mente (que son la mayoría y por eso deciden quiénes deben encargarse de la presidencia, las gobernaciones y las alcaldías). Disparate tras sandez tras gansada tras payasada tras despropósito es lo que han disparado, por andanadas, en el lapso equivalente a cuatro presidencias de las anteriores. ¡Y nada que mejoran ni un poquito! Todo se ha desplomado ante su “accionar” y como consecuencia de sus “decisiones” en salud, energía, educación y demás factores esenciales para la vida ordenada en comunidad. Pero, sobre todo en economía es donde han desbarrado más. Tanto, que ha obligado a casi el diez por ciento de la población a emigrar en búsqueda de horizontes menos hostiles, que permitan el desarrollo de la vida en condiciones menos vejatorias, humillantes, que las que los rojos han intentado imponer en Venezuela por su afán comunista de igualar por debajo.
La más reciente estupidez fue la cometida el pasado viernes 17 con su sartal de “disposiciones” (aunque mejor sería calificarlas de “deposiciones”) con las que dizque se va a solucionar la crisis, vencer la fulana “guerra económica” y enderezar la economía. Imposible. Pero, claro, se dice que los ignorantes son osados. Y esta es una clara demostración de ese aforismo. Cree que con esas continuas huidas hacia el frente va a lograr algo útil para el país. Ciertamente, no se le pueden pedir peras al “horno”, como dijo un copartidario suyo tan imbécil como él. Porque el tipo ni siquiera terminó la secundaria. Y con todo el respeto que se merecen los muchos bachilleres venezolanos, tendrán que concordar conmigo en que eso no capacita para decidir sabiamente acerca de los altos destinos de la república. Y en las clasecitas de comunismo que recibió en Cuba tampoco enseñan a dirigir una república hacia el éxito; solo cómo poner bombas, asaltar bancos para “la causa” y subvertir el orden. Ni una hora de filosofía tiene a sus espaldas. Por eso, no sabe del viejo aforismo que explica que nemo dat quod non habet. No hay que ser economista para saber eso, que nada puede dar quien no tiene; solo se requiere cuatro dedos de frente. ¿Qué podrán dar quienes dilapidaron las reservas del Tesoro en obras suntuosas que no llegaron a terminar, que emplearon para comprar amigotes que tuvieran un voto en los organismos internacionales, o simplemente se las robaron? ¡Nada!
Por todo el cañón: no tienen con qué pagar los sueldos que decretaron; no hay en caja para subsidiar tres meses a la pequeña industria. Con un añadido: las PYMES necesitan ese dinero, pero sobre todo necesitan divisas para importar los insumos que ellos convierten en bienes terminados. Y esas no puede proveerlas el régimen. La única idea sensata que se asomó durante la cadena fue la de aumentar el precio de los combustibles. Que es una medida necesaria y en la cual habían procrastinado. Y en la que siguen, porque la explicó de manera tan estólida, tan sin sentido, que ya empezaron a correr la arruga nuevamente. Ahora la cosa como que va a ser a finales de septiembre. Mientras tanto, seguirán comprando gasolina a precios internacionales y vendiéndola a precio vil (iba a poner: “a precio de ñema”, pero esas bichas están por los cielos). Y para seguir mandando de regalo para la Cuba de sus amores. Una querencia que nos ha salido muy cara a los venezolanos…
La otra explicación al sartal de desatinos del pasado viernes es una que me cuesta imaginar: que lo hacen a propósito para terminar de quebrar la república. Eso sí sería —para emplear un tipo delictual con el cual se regodean ellos al encasquetárselo a sus adversarios políticos (que ellos siguen empeñados en que son sus “enemigos”— traición a la patria. No quiero creer que ellos estén aplicando el síndrome de Sansón y los filisteos: “me envaino yo, pero se envainan todo el mundo”. Pero tampoco puede ser descartado. Por el nivel sistemático, quien sabe si programado, de decadencia al cual han llevado a la población.
En todo caso, han hecho implosionar a Venezuela. Toda la estructura social más o menos ordenada que teníamos se ha ido corroyendo en estos largos veinte años. La soberbia de los mangoneantes (en el doble sentido del término) no les permite reconocer que todo esto es producto de sus decisiones equivocadas. Desdeñaron sus deberes para toda la ciudadanía bajo la premisa de que “pueblo” no era sino quienes creían en sus prédicas. El tiempo ha demostrado que ellos no apelaban al pueblo sino al populacho. Lo colmaron de regalos, bonos, carnés que les aseguraban poder vivir sin trabajar; les insuflaron que tenían todos los derechos pero ninguna obligación (aparte de votar por ellos); les instilaron un odio de clases que nunca antes había existido en nuestra patria; nuestra gente era la más igualitaria de toda la América Hispana; el país donde se podía ascender por méritos propios, sin muletas, solo por lo que se tenía dentro de la mollera.
Con las nuevas medidas, lo que se hace es terminar de paralizar los emprendimientos privados, de dificultar la vida, de exterminar a los más débiles (a quienes dicen amar tanto); es acelerar el éxodo de los más capaces, los más jóvenes, los mejores preparados. Y, para ñapa, desintegran la familia: “militares, no oigan, y más bien denuncien; a los familiares que hablan mal del gobierno”.
En fin, para terminar y en razón de eso de ellos querer seguir quitándole posibilidades a la población, otro latinajo de los que le aprendí al flaco Édgar Sanabria; uno de los más queridos profesores de Filosofía que tuve: nemo potest nudo vestimenta detrahere (no se puede desnudar a quien ya está desnudo)…