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Peter Sellers en Pyongyang

En el mandato legislativo anterior, nos alarmaba no sólo que existiera un grupo de amistad con Corea del Norte, sino que los diputados adscritos lo celebrasen al mencionar el hecho en las sesiones plenarias. Obviamente, el asunto nos remitía a la tragedia personal que sufrió el poeta venezolano Alí Lameda, décadas atrás, como a la hambruna padecida por un país que diligenciaba una bomba atómica, ciertamente contrastante con una Corea del Sur próspera y de mayores como evidentes libertades.

La monarquía comunista de tan larga data, porque no es otra cosa, ideó una alternativa de supervivencia fundada en un  vil chantaje.  Kim Jong-un, el heredero con alguna estampa de rockero jubilado, por absurdo que fuese en un país hundido en la miseria, pero eficazmente sojuzgado, ahora cuenta con armas de un elevadísimo costo económico que agrava toda la situación mundial por la sola amenaza de utilizarlas.

Pareciendo una mezcla del general Ripper y del doctor Strangelove, arrinconado el capitán Mandrake, que tan magnífica como simultáneamente representó Peter Sellers para una película nada más y nada menos que de Stanley Kubrick: “Dr. Strangelove or: How I Learned to Stop Worrying and Love the Bomb” (1964), Jong-un goza del concurso impredecible del presidente Trump y de sus colaboradores. Peor no puede presentarse el siniestro cuadro aun para países geográficamente tan distantes como el nuestro, un dato nada importante por las  consabidas consecuencias  de una conflagración atómica.

Inmensas y calamitosas las dimensiones de la crisis que confrontamos, siendo tan severa la amenaza del Sellers que ha volado de Caracas a Pyongyang, es un tema más que secundario en la opinión pública venezolana. Natural, esta dictadura ni siquiera sueña con romper diplomáticamente con la dictadura asiática, una lógica iniciativa de la transición democrática y pacífica a la que aspiramos.

Trátese de una dictadura comunista o de una teocrática, la aspiración común e ineludible es la de contar con una bomba nuclear para sobrevivir mediante la extorsión, a sabiendas de que será táctica para el que la lanza y estratégica para el que la recibe, como observó en un viejo libro Léo Hamon, recordando a Jules Moch. Por lo pronto, no sin recomendar la película en cuestión (https://www.youtube.com/watch?v=hvBITSsxYcw), nada  descabellado pensar es, según el canon, que de sobrevivir la dictadura venezolana, Sellers volverá a Caracas para represar – ahora, sí – la mayor cantidad de petrodólares que pueda y fabricar su propio artefacto que el mayor Kong lanzará y saludará con entusiasmo.

@LuisBarraganJ

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