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Pensado y escrito sin pausa

Me ubico entre quienes pensamos que mientras no haya una revisión a fondo del registro electoral y no prescindamos del sistema automatizado (instalado por el CNE para el referendo revocatorio del año 2004) y lo sustituyamos por el tradicional de la papeleta, no tendremos elecciones confiables. Desde luego necesitamos además un CNE que emule lo que fue el CSE, que en los cuarenta años durante los cuales 9 veces se eligió presidente, en 7 ocasiones proclamó vencedor a quien no era candidato del gobierno.

En este ir y venir en un espacio de 22 años he votado y me he abstenido de votar y no precisamente por abandono, sino por considerar como la ruta correcta no hacerle el juego al gobierno dictatorial que quiere darse un baño publicitario de democracia. Voté sistemáticamente desde la caída de Pérez Jiménez hasta las elecciones de la Asamblea en el año 2005, justamente las inmediatas siguientes al referendo revocatorio. Junto a una inmensa mayoría me abstuve, lleno de dudas sobre si había elegido o no el mejor curso de acción, y me confortó al final de la jornada, una voz de mayor visión que la mía, la del historiador Manuel Caballero (q.e.p.d.), que definió lo ocurrido, torciendo un refrán,  así: “la oposición quiso hacer una morisqueta y le salió una gracia”.

No entraré a decir cuando fui y cuando no fui a votar después de esas elecciones del año 2005, probablemente son más que menos, no lo sé, tendría que hacer un repaso una por una y eso no le interesa a quienes me lean. En las últimas desde luego no vote. Vale decir, la mal llamada Asamblea Constituyente, la supuesta reelección de Maduro en competencia con Falcón, y la Asamblea del año 2020.

Después de haber estado cuestionando las elecciones y predicando la no participación, mi decisión de ir a votar en las del pasado domingo 21, estuvo influenciada por un par de hechos que quiero transmitirles. 1) La decisión de Roberto Patiño de renunciar a su aspiración; y no prejuzgue el lector que fue por tener simpatías por su competidor, sino por reconocer en su decisión entereza moral, tan necesaria para la lucha política y a veces olvidada, incluso por quienes estimamos como representantes de esos valores, que parecieran dejarse llevar por lo que piensa la mayoría; y en no pocas ocasiones por aquello que se dice que piensa la mayoría. A veces me parece que buena parte de los candidatos recurren a los sondeos de opinión sobre lo que el pueblo quiere oír, para adaptar su lenguaje a esa querencia, evidenciando que no son líderes con un proyecto de propuesta al pueblo, sino aspirantes a cargos con un mensaje que escuchen con agrado los votantes. 2) La solicitud de un amigo tan comprometido como yo en el enfrentamiento del gobierno del usurpador, que consideramos dirigido desde Cuba, que consultó mi opinión sobre la posibilidad de participar y que en el discurrir de nuestra conversación me pareció recibir de él, lo que quizá él también pudo haber recibido de mí, una duda existencial sobre cuál es el camino acertado, que nos condujo a ambos a optar por la participación. Nuestras familias también participaron aunque seguramente ya habían adoptado esa decisión, antes de que nosotros dos, mi amigo y yo, pudiéramos desembarazarnos de las inquietudes intelectuales que produce la aspiración de estar haciendo las cosas racionalmente, olvidando que el hombre no es un ser racional, sino emocional, pero capaz de racionalizar sus emociones.

Mi decisión de ir a votar y hacerlo, con independencia de los resultados, estuvo gratificada por la decisión anunciada por Juan Guaidó de no competir en una próxima elección presidencial. Si puedo recurrir a la historia, fue lo que hizo Rómulo Betancourt, signatario como presidente de la Junta Revolucionaria de Gobierno surgida el 18 de octubre de 1945 del Decreto que le impedía a los miembros de la Junta competir en la proyectada elección de presidente, después que una nueva constitución estableciera el sufragio universal y secreto para elegir al presidente. Lo de Guaidó es mucho más modesto no competir en las elecciones que se deben realizar “al cesar la usurpación.”

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