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Pedro Páramo y el llano en llamas

La peor tragedia de Pedro Páramo es que estaba muerto y no se había enterado. Su espectro deambulaba entre los vivos y su alma de cacique seguía devorándolo todo, incluyendo, como Saturno, a Juan Preciado, su propio hijo.

Lo que pudiéramos llamar el síndrome Pedro Páramo, suele ser recurrente en sectores de la dirección política de un país. Es decir, las ideas, los modelos y los códigos de comportamiento social cambian y mueren, pero muchos no se dan cuenta de lo que pasa alrededor. Corren el riesgo de Juan Preciado, el de ser atrapado por el mundo de los muertos y tampoco enterarse de lo que les está ocurriendo.

Este viejo mundo y otro que surge, se han contrastado ayer y hoy en el Estado Portuguesa: una manifestación espontánea, masiva, alegre, esperanzada que ha recibido a MCM y otra transportada en autobuses y con rostros de obligados para participar en un acto del PSUV.

Allí se ha puesto de manifiesto que el gobierno no enfrenta a una fuerza política, como es el caso de una confrontación electoral en cualquier país normal. En realidad, está enfrentando una fuerza de otra naturaleza, es una fuerza social, espiritual, ciudadana y un sentimiento de cambio que no tiene retroceso, sino al inmenso costo político e histórico, de aplastarlo con la arbitrariedad o por la fuerza.

Es muy probable que cualquier lector con recorrido en la política, pueda despachar esta afirmación diciendo que se trata de una descripción interesada; que es propaganda; que se trata de un panegírico a lo que MCM significa en la política de hoy. Están en su derecho. Quizás explicar lo que describimos lo haría mejor un académico más preparado, que quien esto escribe, en temas de comportamiento social. De manera que lo despacharemos con un manido tópico: Para entender lo que esta pasando hay que vivirlo en vivo y en directo.

Para explicarlo mejor, debemos decirlo, no se trata solamente de valorar lo que dicen a MCM las madres, los jóvenes, los abuelos y abuelas que se le acercan o de escuchar los comentarios de la gente que está a decenas de metros de las tribunas; o a quienes se asoman a sus casas con banderas cuando pasa la “escolta motorizada” con la parrillera saludando. Al fin y al cabo, estos son momentos donde priva la emoción y los sentimientos están a flor de piel.

Quizás, lo más importantes y valioso es escuchar de viva voz el análisis (si, el análisis) sosegado del dependiente de la panadería; del mesonero de la arepera donde te paras luego del acto; del pequeño empresario; del agricultor y del profesor jubilado sobre la realidad política del país.

Temas como las primarias, la unidad; el rol de los partidos; las filigranas que se han debido tejer para llegar hasta donde hemos llegado; la significación de la candidatura de Edmundo González, sobre su talante de hombre ponderado, serio y confiable, son verdaderas piezas que podrían ser incorporadas en cualquier foro de debate de las plataformas políticas del país.

Ahora bien, si se nos pidiera rescatar una idea, de esta panoplia de debates, es justamente el convencimiento general de que estamos en una nueva etapa; que se ha cerrado un ciclo importante en la percepción política del país y que hay el convencimiento de que la coronación de esa nueva etapa (para asumir otra igualmente compleja después) tendrá lugar el 28 de julio próximo.

Por ello es tan importante que la dirección política democrática del país, asuma esta nueva percepción de las cosas. Asumirla, implica cambiar hábitos, caracterizaciones y modos de comportamiento.

Hay un reto enorme ahora: Se trata de asumir la ruptura con este viejo mundo, pero construir una nueva alternativa entre todos, pasando por encima de las diferencias y los distintos puntos de vista.

El llano está en llamas y cuando el llano está en llamas, los adversarios naturales (predadores y presas) corren juntos. Sin embargo, es necesario saber hacia dónde se corre y a quién se sigue. Por eso es tan importante poner el oído en la tierra (como los indios en las películas de vaqueros) para escuchar lo que dice y opina la gente.

Un desafío enorme, pero que debemos resolver para superar esta pesadilla.

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