Pedro Ángel González: El Paisajismo como verdad
Los paisajes de Pedro Ángel González (1901-1981) son dominados por su empatía por la naturaleza y un profundo anhelo de conocerla. Con su sombrero y sus instrumentos de trabajo recorrió el Valle de Caracas, donde se mostraba el Ávila en toda su solidez entre juegos de sombras y colores.
“Me obsesiona la luz quiero lograr en los cuadros la luminosidad del paisaje, cuando pinto por la mañana la luz es fría, en otros cuadros pinto con la luz de la tarde”. (P.A.G. 1961)
En una entrevista para el documental que dirigió Ángel Hurtado describe el pintor como acostumbraba pintar:
“Procedo hacer la mancha rápida para tratar de agarrar esa primera impresión que tengo del natural…, la naturaleza me emociona siento el paisaje algunas veces como pintado. Veo que en tal sitio el color debe ser estrujado, en otros ahí planos, en otros cierto grafismo donde predomina la luz”. (P.A.G.1961)
El pintor nacido en Margarita, llegó a Caracas becados para estudiar en la Academia Nacional de Bellas Artes entre 1916 y 1922, a pesar de su origen insular son pocos sus cuadros de marinas, pero en ellos se percibe al cristalizar el mar su pasión por la luz. Era un observador minucioso hasta el extremos de materializar en sus cuadros detalles como la brisa sobre la hierba, el momento del día que componía, las nubosidades que hacen intuir al observador de la obra el clima.
“Cuando llegué aquí a principios de 1916, pues soy nativo de la isla de Margarita, tuve una grata impresión de Caracas, sus aledaños fértiles y boscosos, su río y principalmente su hermoso cerro el Ávila que formaba una sola cosa con la ciudad, porque los verdes brotaban de los corrales y patios de las casas…Ahora Caracas, con su poblado bosque de concreto es otra cosa, y el Ávila luce como un telón de fondo a una decoración” (P. A. G. 1977)
Se percibe en las palabras del artista una clara oposición a la Caracas de la modernidad, por ello le transmite a sus paisajes una poética plena de belleza, que podría ser un grito silencioso de rebelión contra el caótico urbanismo. Ante esta lacerante realidad opone su visión de lo que fue el Valle desde sus cuadros, como los pintados en la década de los sesenta cuando la Urbina era dominada por la naturaleza. Estas visiones también pueden ser consideradas una mayéutica para enseñar a mirar el Ávila y la cordillera.
“Tantos pintores que hemos llevado al lienzo el Ávila, desde distintos ángulos en distintas estaciones, en variados momentos de luz, hemos contribuido a que esa gente que vive a sus faldas lo observe más, lo vea con otros ojos, con más interés”. (P. Á. G. 1961)
La Visión del artista percibe la estética como una pedagogía, esto se muestra en sus reflexiones sobre los estudiantes de arte, él opinaba que debían incorporar su hacer a su vida y vincular los conocimientos de la historia de arte a su día a día. Convirtiendo así la estética en eco de su tiempo.
Esto se ilustra en una conversación que tuvo con un joven pintor que hacía paisajes, le relató que cuando comenzó hacer pintura de caballete, se rompía una tradición plástica y comenzar hacer ese tipo de paisaje en la contemporaneidad no estaba acorde con los tiempos. Pedro Ángel González estaba delatando sin desearlo una vivencia personal cuando vivió la angustia y la duda a nivel al confrontarse y estudiar la obra de Picasso. Hasta tal extremo fue este abismo interior que dejo de pintar por varios años, incluso llegó a experimentar creando obras de pequeño formato y bocetos de taller con influencia cubista. A comienzos de los cuarenta logró salir de la crisis y reafirmarse con un paisajismo pleno de luminosidad, colorido y espontaneidad en su pincelada pudiendo materializar de manera única la fuerza y el vigor de la naturaleza en sus paisajes.
A pesar de vivir estas crisis en su vida no fue arrastrado por el espíritu trágico de algunos pintores postimpresionistas: “Cuando leí la vida de Van Gogh, de Gauguin…, yo me dijo: no voy hace esto…” (P.A.G.). Él creó sus propios cataclismos internos y a partir de ellos desarrolló su propia verdad, por ello en sus paisajes hay una naturaleza plena de autenticidad.
Pedro Ángel González: Ante el Paisaje