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Patria opressa

El tipo llegó al poder mediante engaños, astucia y asesinatos. Para eso, contó con la ayuda de tres brujas que le señalaron la vía hacia la autocracia, y de su pareja, quien representa el epítome de la mujer maluca. Bajo su dominio, el pueblo gime, sufre humillaciones y carestías; todos los dineros recaudados son para el goce del tirano y su claque, nada se invierte en el bienestar de la comunidad. El déspota ve apariciones que nadie más puede observar y, según él, el espectro le habla desde ultratumba. Lo que, por un lado, hace que la gente empiece a descubrir que el tipo, si ve alucinaciones, no está muy bien de la cabeza; y, por el otro que, como él se da cuenta de esas aprensiones en sus subalternos, se le agria el carácter aún más. Las brujas permanecen en su empeño de preparar cocciones que lo que harán al final es complicar más el asunto, pero el tipo sigue confiando en ellas. Pero hete aquí que un líder joven entiende que hay que luchar en contra del estado de cosas, reúne multitudes a su alrededor y —encumbrado en esa fuerza— decide luchar para desbancar al ilegítimo y poner a la nación en buen camino. Al enterarse, el opresor —prevalido de su poder y de las seguridades que le han dado las brujas— reta al líder y a sus seguidores, les dice que no les teme, critica la unidad que han logrado y los tilda de traidores. Y comienza la contienda. Aunque con todas las bazas a su favor, al final, el tirano es derrotado y el adalid del pueblo proclama: “Fu spento l’oppressor! / La gioia eternerò; / Per noi di tal vittoria” (¡Fue vencido el opresor! / La alegría será eterna / en nosotros por esta victoria).

¿Qué les pasó? ¿Por qué ese gesto de sorpresa? ¿De quién creían que yo estaba tratando? Porque yo lo que he estado haciendo es un resumen de “Macbeth”, el drama que escribió Shakespeare para el teatro y que Verdi convirtió en una ópera muy exitosa. Los versos que rematan el párrafo anterior son de la versión lírica de don Giuseppe; como termina el bardo inglés es con la promesa que hace Malcolm de llamar a la patria a quienes estaban exiliados en el extranjero, de llevar a la justicia a los crueles ministros del carnicero, y de realizar una obra con “measure, time and place”

Pero, lo acepto, hay razón para la sorpresa de ustedes. Es que nuestro país se está tornando muy parecido a la Escocia que narra el drama isabelino. El desgobierno que hemos tenido durante dieciséis años y medio nos ha sumido en tal mezcla de escaseces en lo más elemental, de impudicia oficial, de estupidez desde lo más alto, de irrespeto a las normas, de muertes infames y abundantes que lo que provoca es gemir con aquello de: “Patria oppressa! il dolce nome / No, di madre aver non puoi, / Or che tutta a’ figli tuoi / Sei conversa in un avel!” (Patria oprimida. el dulce nombre / de madre tener no puedes, no, / ahora, cuando toda, a tus hijos / estás conversando en un sepulcro). O aquello otro de: “Uno speco di ladroni / Questa terra diventò” (En una cueva de ladrones / esta tierra se convirtió).O, si les recitamos parte del texto shakesperiano a los venezolanos, cuando leemos los versos que declama Macbeth al final de su reinado, pueden pensar que están escuchando una descripción del ilegítimo: “…a poor player / That struts and frets his hour upon the stage / And then is heard no more. / It is a tale / Told by an idiot, full of sound and fury, Signifying nothing” (…un pobre actor / que se pavonea y se enoja mientras está en la escena / pero a quien después no oyen más. / Es un cuento / contado por un idiota, lleno de ruido y furia, /que no significa nada). No podrán negar que el paralelismo es impresionante.Pero, lo he dicho antes, él solo es el albacea de una herencia que dejó el muerto viviente. Porque, que quede claro, el daño lo causó Boves II; este pobre diablo lo que hizo fue empeorarlo. Pudo haber enmendado la ruta. Tenía tiempo. Pero lo que hizo fue degenerar más la ya penosa circunstancia. Por inculto, por inepto, por dejarse imponer cosas, por tratar de dejar contentas a todas las facciones rojas. Eso hizo que el país entrara en barrena. Aun cuando fue con el pitecántropo sabanetense que empezó la picada. Ahora lo que se requiere es alguien que sepa pilotear, que pise fuerte el pedal contrario a la guiñada que lleva el avión y centrar la palanca para que intente sacarnos de ese tirabuzón que nos lleva al suelo. Las próximas elecciones —sin importar cuántas tramposerías inventan los cubanos y ordenan a Nikolai para que este se las dicte a la Tibi— han de servir para encontrar esos Macduffs y esos Malcolms que han de conducir al pueblo a derrotar la tiranía y el despotismo actuales.

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