Parámetros de la derrota
Hay espíritu de optimismo, que se acrecienta en la medida que fluyen mitos y falsedades sobre el devenir, que aparentemente está signado y pudiéramos escribirlo en dos parámetros contrapuestos y reales: nuestra victoria y la derrota de ellos, donde el nosotros es la democracia y el ellos es la revolución fallida. Ese invento que en mala hora surgió de la agitada mente de un visionario indocto, que armado de estupideces históricas y tercas creencias agitadas del pensar necio, creyó que realmente existe el mesiánico revolucionario, que sueña y concibe ideales impregnados de sabiduría, por el solo hecho de pensar en El Libertador, sus posibles fracasos y sus deseos incumplidos. Algo así, como abrir la caja de Pandora, solo para extraer beldades y dulzuras. Todos sabemos de las sorpresas que suele depararnos, inclusive de los errados caminos y de los propios errores, pero casi imposible conocer el cruce equivocado, que tenemos que aceptar como acertijo o como derrota. Sin embargo, pudiéramos admitir, que muchas veces es mejor esperar el acertijo, que luchar por un triunfo equivocado, donde la esperanza solo nos puede conducir a la derrota.
Así vivimos en esta Venezuela del infortunio, donde cualquiera espera es la esperanza y donde cualquier salida es el deseo, que nos permita retomar el camino perdido por el error de equivocarnos de trance. No podemos olvidar el ¡No volverán!, ¡Tenemos patria! y ¡Chávez vive!, sin detenernos a pensar en el augurio: ¡La lucha sigue!, y darnos cuenta de que todas las expectativas auguraban la derrota o el fracaso. Y es lo que vendrá, el término de un mal gobierno que creó falsas expectativas y esperanzas, con solo una ideología, que llamó “socialismo del siglo xxi”, tristemente respaldada por el fracaso histórico de su origen y contenido. Algo así como decir, buscó a Pandora en un saco de gatos, donde obviamente sabía lo que encontraría. ¿Qué podía esperarse de un congreso de locos? ¿Más aún, cuando sus loqueros demostraron ser más locos que ellos?
Más triste no puede ser lo que hoy vive Venezuela, cuando un gobierno surgido de un ideal militarista, cuyo líder insurgió con una mente trillada en “la casa de los sueños azules” y de un “ejército forjador de libertades”, creyéndose el brazo extendido de Bolívar, además de trillar y maltratar su nombre, la transformó en un país sin ley, sin justicia, sin libertad de poderes ni ciudadana, sin comida, sin medicamentos, sin dinero y sin libertad; donde sus frustrados herederos quieren ampararse en el torpe y estéril nacionalismo, para conducir al pueblo, no solo a la derrota y al fracaso, sino al martirio de saber que se ha equivocado. Pero por fortuna, mantiene su esperanza, a sabiendas que se está cerrando el fracaso como un ciclo histórico que debe dejarle grabado en su mente, que el militarismo nunca ha sido en Venezuela una buena idea de gobierno desde que se fundó como República.