Paradojas: Brexit/Trump, Turquía/Venezuela
Los resultados favorables a la salida del Reino Unido de la Unión Europea (coloquialmente llamado BREXIT por la conjunción de los vocablos Britain y exit: Gran Bretaña y Salida) como a la candidatura presidencial de Donald Trump por el Partido Republicano de EEUU, tienen dos elementos en común; El Nacionalismo con pretensiones autárquicas (autosuficiencia en producción y abastecimiento), y el Temor a la inmigración, por la competencia en el mercado laboral y los riesgos de que se infiltren potenciales criminales o terroristas, dentro de la enorme masa migratoria (provenientes de Centroamérica para los EEUU, del Medio Oriente para el Reino Unido), siendo los dos elementos mencionados, a su vez incrementados por los errados conceptos que una mayoría circunstancial maneja, que los lleva a interpretar al mundo actual con prejuicios y nociones de viejo cuño, que impiden contemplar opciones diferentes a las que conducen al aislamiento y al retroceso en el que obviamente caerían ambos países, de lo que derivan consecuencias negativas también para sus vecinos.
Lo paradójico es que en ambos casos, apenas conocidos los resultados definitivos, del Referendum para el Reino Unido, del proceso de Primarias internas para los republicanos estadounidenses, hubo inmediatas reacciones rechazando las fórmulas que obtuvieron más respaldo, y exigiendo desconocer esos resultados, por los perjuicios que van a producir, no sólo en sus específicos espacios, sino a nivel continental y hasta mundial. Con 51,8% de votos, el respaldo a la salida del Reino Unido respecto de la Unión Europea enseguida generó una baja en los valores de la Libra esterlina y de algunas Bolsas europeas, la Renuncia del Primer Ministro Cameron (que apoyaba el BREMAIN, la permanencia), así como la protesta de los conglomerados urbanos y grupos etarios jóvenes en los que predominaba el interés por permanecer en la UE. En Escocia, el separatismo sufrió un revés hace menos de un año, en otro Referendum, pero todo indica que una de las razones para que esa mayoría eligiera permanecer en el Reino Unido era que esa condición conlleva el ser parte de la UE, lo que representa una serie de ventajas para quienes son jóvenes cosmopolitas, que quieren aprovechar las oportunidades que les ofrece una Europa sin fronteras, para cumplir metas laborales, culturales y personales en general. El triunfo del Brexit cambia esa condición, y por ello ya Escocia anunció que ahora están dispuestos a independizarse de Londres. Lo más grave es que al siguiente día del Referendo del 23 de junio, que ganó el Brexit, en el Reino Unido hubo cientos de miles de consultas en Google preguntando ¿qué es la Unión Europea?, lo que demuestra que muchos votaron sin conocimiento preciso, influenciados por factores políticos o emocionales, lo cual es altamente irresponsable, insólito en el año 2016 del tercer milenio.
Desde que fue evidente que Donald Trump lograría la mayoría de los votos para ser el candidato presidencial del Partido Republicano de los EEUU, mucho antes de su reciente proclamación en Cleveland, Ohio, fue apareciendo la oposición a Trump, no sólo desde fuera del entorno republicano, sino inclusive proveniente de las entrañas del partido conservador. En el discurso de Trump resaltan las ofertas vinculadas a la Xenofobia, con énfasis en contra de la inmigración mexicana (y se sobreentiende que centroamericana en general), así como las referencias a lo que EEUU fue en el pasado, proponiendo un retorno a ese poderío y la gloria que los mantuvo como la gran potencia que se bastaba sola para controlar todo a su alrededor. Esta propuesta por supuesto que enardeció a los inmigrantes de origen latino, en condición legal o ilegal, así como a quienes temen que Trump en la Casa Blanca, pudiera incurrir en provocaciones que conduzcan a una profundización del clima de conflicto y confrontación que tiene en vilo al planeta, una situación más complicada que durante la guerra fría. Protestas por doquier en rechazo a Trump, incluyendo a dos que compitieron con él por la candidatura presidencial republicana, Jeb Bush y Ted Cruz, y es de suponer que buena parte de los partidarios de los otros candidatos tampoco están a favor de respaldar a Trump. Se plantea un dilema de estricta obediencia a las reglas de juego partidistas, que imponen votar por el que gane en el proceso interno, o la consideración de los principios personales en caso de haber incompatibilidad con lo que representa el candidato apoyado por la mayoría. Pertinente recordar una situación similar que ocurrió en Venezuela, durante la campaña presidencial de 1998. La mayoría del MAS –Movimiento al Socialismo– acordó respaldar la candidatura de Hugo Chávez, el militar dos veces golpista de 1992, luego abstencionista, devenido en circunstancial “demócrata” por la intervención de José Vicente Rangel y Luis Miquilena. Teodoro Petkoff, uno de los fundadores del MAS en 1971, intelectual de gran valía, autor de un libro inspirado en la invasión a Checoeslovaquia por la URSS en 1968, en el cual cuestiona la ortodoxia comunista (por ello fue repudiado por el Kremlin, y el MAS nace como proyecto socialista democrático), no apoyó a Chávez y optó por dejar al partido que fundó, por no compartir la decisión mayoritaria de sus compañeros. Les dijo como despedida “Los espero en la bajadita”. El tiempo y las arbitrariedades del chavismo le dieron la razón. Hoy la mayoría de los masistas que apoyaron al chavismo son opositores, y el MAS disminuyó cuantitativa y cualitativamente, da bandazos y tiene menos militantes. No es ahora ni la sombra de lo que fue en sus inicios, y difícilmente pueda recuperarse. En EEUU una porción del partido republicano, imposible de medir por razones obvias, no votará por Trump, lo que permite vislumbrar que Hillary Clinton debe ganar la Presidencia en noviembre. Aunque hay imponderables que pudieran intervenir, algún cisne negro que cambie esta opción, hoy con mucha vigencia y soporte. El viernes 22 de julio el presidente Enrique Peña Nieto anunció por TV su disposición a “colaborar con cualquiera de los dos candidatos que sea presidente de los EEUU en 1917”, haciendo alarde de demagogia, al ignorar los insultos y ataques que Trump ha dirigido a los mexicanos en ambos lados de la frontera de 3.185 Kmts (donde Trump amenaza con la construcción de un MURO, que además debe ser pagado por México).
En Turquía, país que geográfica, política y culturalmente se ubica entre Europa y Asia, ocurrió el viernes 15 de julio un golpe militar, que fue en apariencia derrotado el mismo día, cuyos entretelones desconocemos, a pesar de que sus inmediatas consecuencias refieren más de 200 muertos y sobre 7.000 detenidos (hoy sábado 23 hay noticias de suicidios entre presuntos militares involucrados). Pero seguimos sin conocer lo medular del asunto, quiénes lo dirigieron y cuáles eran sus objetivos, lo que deja abierta la posibilidad de que pueda tratarse de un autogolpe con el propósito de efectuar una severa purga entre militares y civiles que no apoyen el ambicioso proyecto del presidente Recep Tayyip Erdogan, de tipo autoritario y con ingredientes religiosos fundamentalistas, que incluyen la restauración de la Pena de Muerte, y el aumento del poder presidencialista en detrimento de los otros poderes, que quedarían en condición disminuida, como subalternos del Ejecutivo, un retroceso en lugar de un avance. Lo paradójico en este caso, es que el régimen castrochavista que lleva 17 años destruyendo a Venezuela, de inmediato procedió a condenar el Golpe Militar y a solidarizarse con Erdogan. Un régimen cuya génesis es golpista y militarista, que glorifica el fracasado golpe militar del 4F, lleva esa fecha en sus gorras, y rinde culto al Golpista Mayor, debería cuidarse al expresar una condena a sus colegas golpistas turcos, a menos que esté informado de que se trata de una farsa, algo parecido a la tramoya escenificada en Caracas del 11 al 13 de abril del 2002, para minimizar la masacre en la avenida Baralt y purgar convenientemente la oficialidad militar, PDVSA y otros espacios donde los rojos desplazarían a los “contrarrevolucionarios”. De nuevo aparece la semejanza con lo que sospechamos que pretende hacer Erdogan en Turquía, sea que controla el supuesto golpe militar desde su diseño inicial, o lo permitió por unas horas, para justificar la profundización de los cambios que ha planificado, destinados a incrementar su poder personal y neutralizar las porciones más importantes de la oposición a su proyecto. Es probable que la condena de Maduro al golpe turco, se fundamente en la condición que le atribuye a Erdogan, lo llama su “homólogo”, y entre autoritarios que amalgaman todos los poderes bajo el control del ejecutivo y buscan eternizarse en el poder, se entienden muy bien y se muestran solidarios entre sí. Además, esa Turquía es magnífica opción como refugio.