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Palo a la lámpara

Existe un cúmulo de evidencias irrefutable de que el apoyo a Maduro ha venido disminuyendo y que continuará deslizándose por el tobogán. Siendo así, se pensó que estaría inclinado a una apertura política que fuera restableciendo la convivencia democrática.

La reacción de Maduro ha sido desconcertante. A pesar de la contundencia del triunfo oposicionista (112 diputados de oposición y sólo 55 oficialistas), lo desconoció. No siguió el ejemplo de su amiga e inspiradora Cristina Kirchner, quien habiendo alcanzado amplia mayoría parlamentaria aceptó sin embargo el triunfo de Mauricio Macri sin pretender desconocer su legitimidad. Tampoco siguió el ejemplo de Keiko Fujimori ante el “pírrico” triunfo de Pedro Pablo Kuczynski (PPK), quien tomó posesión de la Presidencia del Perú y la está ejerciendo sin interferencia. ¿Acaso Maduro y su gente estiman que Venezuela es una factoría de su propiedad donde pueden hacer lo que les venga en ganas?. A lo mejor nos hemos convertido efectivamente en factoría con empresarios no venezolanos.

Hasta ahora Maduro, que no es dueño de sus actos porque obedece órdenes y actúa bajo disimulada pero estrecha vigilancia, ni siquiera hace esfuerzos por aparentar respeto a la Asamblea Nacional oposicionista. Todas sus decisiones son anuladas por un Tribunal Supremo de Justicia donde abundan los “prontuarios” en vez de currículos, aunque aún no la ha disuelto. La Asamblea Nacional continúa realizando sesiones dos veces por semana, con encendidos debates; las comisiones permanentes se reúnen para discutir asuntos de su competencia; en fin, proyectando una apariencia de normalidad democrática.

A los “duros”, con Maduro a la cabeza, les basta con imponer siempre su voluntad con la ayuda incondicional de un Tribunal Supremo de Justicia alcahuete. Al parecer han decidido, se supone con el consenso previo de quienes lo sostienen, a sincerar la situación, a darle el palo a la lámpara, a gobernar sin oposición, con las cárceles llenas de presos políticos, con régimen de partido único, con elecciones controladas con candidatos únicos. Todo como en la metrópoli, Cuba.

Como la metrópoli está en proceso de acercamiento al imperio, es difícil que La Habana continúe como base de operaciones de la “revolución continental”. Por lo pronto, no sólo estamos regalándole a la metrópoli miles de barriles de petróleo cada día, mantenemos a Petrocaribe con suministro de petróleo a precios ínfimo a numerosas islas del Caribe, como si fuésemos una gran potencia. Todo esto es vergonzoso e inaceptable.

¿Nos calaremos que la experiencia fracasada continúe teniendo a Venezuela como base de operaciones?

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