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Palabras que hay que poner de moda

A la luz de las cosas que suceden en nuestro país en razón del desgobierno que lo ha vuelto flecos desde hace casi diecinueve años, los que queremos hacer comentarios críticos, tendremos que empezar a usar algunos términos que no son del uso diario, y otros que ni siquiera existen en el castellano pero que habrá que importar de otros idiomas.  Pongo el caso de Diosdi, aquel de quien el muerto viviente admitiera que tenía los “ojitos lindos”.  Se entremete y opina en cuanto asunto hay, pelea con todo el mundo, solo él tiene el monopolio de la verdad; ¡que sabe de todo, pues!  A él no basta calificarlo de “entremetido”, ni de “metiche”, ni de —para endilgarle una palabra bien criolla— “entrépito”.  Sugiero que importemos “ultracrepidario”, la castellanización de un adjetivo gringo que sirve para calificar a ese tipo de expertos en todo que critican, juzgan, acusan a cualquiera que no vea al mundo como ellos quisieran.

La palabreja sugerida en el párrafo anterior tiene su origen en una anécdota que contó Plinio el viejo: parece que en Atenas, un zapatero criticó a Apelles, un famoso pintor, por haber pintado mal una sandalia.  El artista, aceptó el comentario y no tuvo inconveniente en retocar lo que había delineado.  Al día siguiente, el mismo zapatero trató de corregir a Apelles por la forma en que estaba dibujando la pierna donde estaba la zapatilla, por lo cual el pintor, exasperado, le contestó que un zapatero no debería opinar “ne sutor ultra crepidam”, más arriba de las sandalias.  Cosa parecida a lo que debiera hacer quien no sabe sino acomodar (“embutir”, sería mejor) al hermano y a la esposa y otros familiares en altos cargos, y de lograr “pingües ventajas crematísticas” abusando de su posición.

Claro que también le cabe, a él y a muchos otros rojos igualmente enchufados, un sustantivo proveniente del yiddish: “kibitzer”.  Término que implica lo mismo: “entrepitura hasta más no decir” y que es un derivativo de un verbo alemán: “kiebitzen”, fisgonear.  Que se aplica a aquellos que observan un juego de naipes (o de dominó) y emiten opiniones sobre la carta (o la piedra) que debiera haberse jugado.  Todos hemos padecido a uno de esos “asesores” más de una vez. Son insufribles.  Pongo por caso, el de los hermanitos Rodríguez (los hijos del secuestrador, que no se nos olvide), Jorgito Audi y Delcy Eloína.  En vez de ocuparse de los muchos huecos y basura que agobian a Caracas, y de que sus colegas en la constituyente cubana dejen de decir sandeces, respectivamente; de lo que están pendientes es de cualquier iniciativa que tomen los de la alternativa democrática.  Inmediatamente viene la detracción, el reproche.  En eso es lo único en que son diligentes.  Lo que buscan es hebetar a la dirigencia opositora.

Este último verbo, nos exige que sugiramos el siguiente término: “hebetud”.  Es una cosa rara que la Real Academia haya aceptado el verbo —que viene directamente del latín “hebeto-hebetare”, embotar, amellar y, por extensión, enervar, debilitar— pero no el sustantivo.  Propongo que sus señorías, los académicos, se agiten sobre sus sendas poltronas y estudien la inclusión de ese vocablo en el DRAE.  Estaría destinado a designar al embotamiento mental, que viene acompañado, afortunadamente, por la pereza, el desacierto y la estupidez.  O sea, lo que caracteriza a los funcionarios rojos de alto nivel.  Y dije, “afortunadamente”, porque me acordé de algo que dijo Wellington de un empleado suyo: “Dios nos libre de un subalterno que es, a la vez, bruto y diligente”.

Que, para desdicha nuestra, es lo que abunda en Miraflores, comenzando con el ilegítimo.  La última de este gaznápiro enliquilicado fue explicar que en su más reciente viaje, aparte de malgastar los pocos dólares que quedan, viajó casi 22.000 “kilómetros al cuadrado (…) esto es multiplicado por dos, porque volvimos».  ¡Reprobado dos veces!: porque enunció su trayecto en unidades de superficie, no de longitud; y porque cree que multiplicar por dos es elevar al cuadrado.  ¡Ah bicho pa’ bruto!  Claro, si ni siquiera terminó el bachillerato.  Y ese es el responsable por la administración nacional.  Con razón el precio de una postura de ave ya sobrepasó los mil quinientos bolos.

O sea, que el tipo quiso hacer lo que los gringos llaman un “humblebrag” y lo que logró fue aumentar su ya abultada carpeta de metidas de pata y cometer una “gaffe”, para ponerlo en un galicismo que les dificulte el trabajo a los del Sebin.

Para los que levantaron una ceja con el “gringuismo”, pudiera explicar que es algo parecido a una litote, pero eso los va a hacer elevar la otra ceja.  Y por eso, me explico: “humblebrag” es un neologismo que identifica a las afirmaciones que buscan jactarse o alardear pero que van disfrazadas de humildad o disculpa.  Mientras que “litote”, que sí existe en castellano, deviene de una palabra griega que significa “sencillo”, “modesto”, y es una atenuación que se hace mediante una afirmación que expresa la negación de lo contrario que se intenta.  Por ejemplo, cuando una cosa quedó excelente y alguien dice en tono encomiástico: “no quedó nada mal…”  O, como hizo San Pablo cuando le explicó al tribuno que no era un campesino, sino que era natural de Tarso, “una ciudad no insignificante…” Lo que le decía era: “¡no te llevo nada”.  Que es otra litote…

Y, mejor paro porque ya sobrepasé las novecientas palabras…

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