País famélico
Mientras el espacio noticioso es copado por los asesinatos, saqueos, robos y allanamientos de la Guardia Nacional Bolivariana, la silente procesión del hambre avanza, se profundiza y atormenta sin pausa a la población y, de manera dramática, a ese 82% de los hogares venezolanos en situación de pobreza. No hay acción alguna, ni subsidios ni protección social por parte del régimen. Solo indolencia e insensibilidad oficial, tan criminal como los disparos a quemarropa de sus esbirros.
Los ciudadanos reciben los perdigones del hambre, enflaquecen y se enferman. La inanición causada por la precaria oferta de alimentos y la espantosa inflación, hace que muchos se vayan a la cama sin comer, que padres dejen de hacerlo para que puedan alimentarse sus hijos, que niños se desmayen en los salones de clase, que deserten de la escuela para añadir algo al ingreso familiar, o escarben por comida en los sacos de basura, todo a la vista indiferente de capitostes que cada día se exhiben más rollizos.
Esta desgracia alimentaria es concurrente con la Gran Misión de Abastecimiento Soberano y Seguro, operada por jerarcas militares y cuya máxima titularidad la ejerce el Ministro de la Defensa.
La inflación de este año es de 1.200% y ascenderá a 2.300% según cálculos del FMI. El régimen no promete nada. No puede prometer. No conoce otro esquema económico, otra política. No habrá salida a este morbo mientras el país se hunda en el pantano de esta caricatura marxista. Hoy, la lucha ciudadana se centra en impedir la fraudulenta intentona de una constituyente. Batalla que ha de llevarse hasta el final. Pero independientemente de su resultado, la perspectiva inmodificable es de más hambre. La exclusiva y concreta solución humanitaria a este drama es desalojar del poder a esta banda cuya única oferta de futuro es la de un país famélico.