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Padrino López en modo Galtieri

Las sucesivas apariciones mediáticas del ministro de la Defensa Vladimir Padrino López entonando cánticos de guerra y clarines en defensa de la patria, nos retrotrae a episodios dramáticos en la historia latinoamericana cuando mandatarios mediante el abuso del poder condujeron a sus pueblos a tragedias y miles de pérdidas de vidas.

Tal fue el caso de la última dictadura en Argentina de Jorge Videla y Fortunato Galtieri (1976-1982), quienes mediante una última jugada pretendían extender su tiranía manipulando el sentimiento nacionalista, convocando a una guerra por la reconquista de las islas Malvinas. Aunque el trasfondo de la realidad era que, asediados por la crisis económica y los reclamos por los desaparecidos, el gobierno de Galtieri todavía tenía posibilidades de controlar la situación y ganar tiempo hasta que pasara lo peor de la tormenta. Había que recuperar el entusiasmo perdido, todo un desafío en medio de un panorama que ofrecía congelamiento salarial y subidas continuas de tarifas y precios.

Hoy presenciamos un clima parecido ante las declaraciones de voceros de ambos países subidas de tono, al solicitar recientemente, el ministro de Defensa venezolano, Padrino López, al gobierno de Guyana que deje el «discurso guerrerista». Siendo lo cierto es que, más allá de los discursos, quien está actuando con propósitos bélicos al instalar una base militar y construir un aeropuerto en la frontera con Guyana, es el gobierno venezolano.

Para aproximarnos a la realidad actual debemos enfocarnos en ¿Cuál ha sido la posición de Hugo Chávez y Nicolás Maduro a lo largo del siglo XXI?, luego del escrutinio de la prensa nacional e internacional, hagamos un breve recorrido histórico en torno a las declaraciones de ambos mandatarios en múltiples eventos nacionales en Internacionales.

Como antecedente citamos al presidente Chávez al pronunciar su célebre discurso del 2004 durante una visita a Georgetown, cuando les sirvió el territorio Esequibo en bandeja de plata; allí indicó: «Venezuela no se opondrá a ningún proyecto de Guyana en beneficio de su pueblo, ni a que empresas extrajeras exploren yacimientos petroleros y gasíferos en el disputado territorio de Guyana… debemos abordar las relaciones con Guyana con un perfil distinto».

Estas declaraciones definieron el curso de la política exterior del gobierno venezolano durante el resto del mandato de Chávez y posteriormente de Maduro, hasta hoy, pues sus consecuencias le acaban de explotar en la cara a la actual gestión

En resumen, analistas coinciden en que después de muchos años de desatención hacia la disputa con Guyana por el territorio Esequibo «el problema le estalla en sus predios» al gobierno de Maduro, no solo por las licitaciones en la zona para la explotación petrolera que adelanta la gestión de dicho país, sino por un proceso en curso en la Corte Internacional de Justicia (CIJ), cuya jurisdicción desconoce Venezuela

En función de la secuencia cronológica en 2006, en reunión con la Comunidad del Caribe (Caricom) y la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), Chávez acordó con Bharrat Jagdeo presidente de Guyana (1999-2011) congelar la disputa con ese país para obtener los votos del grupo caribeño y así Venezuela poder obtener un asiento en el Consejo de Seguridad de la ONU.

Posteriormente en 2009 el entonces canciller Maduro recibió del embajador de Venezuela en Guyana, Darío Morandi un documento que advertía sobre las pretensiones limítrofes de ese país (ampliar la plataforma continental a 350 millas), lo cual implicaría cerrarle a Venezuela su salida al Atlántico con graves perjuicios económicos. En una entrevista en 2018, Morandi, quien fuera despedido posteriormente, reveló que Maduro ignoró el documento, lo que fue aprovechado e interpretado por Guyana como «falta de interés»,

Años más tarde en 2012 el gobierno de Chávez envió comunicación al Secretario General de la ONU para que se pronunciara en torno al litigio, Aun cuando ese año se presupuestó un plan para delimitar el territorio nacional que fijaba frontera con Guyana sin tomar en cuenta la reclamación.

A partir de 2015 la posición del gobierno venezolano varió cuando ese año, la Exxon Mobil encontró yacimientos de petróleo frente a las costas del Esequibo, que equivale a dos tercios de Guyana, lo que profundizó el reclamo territorial entre Venezuela y ese país. Maduro denunció una «conspiración» entre la petrolera estadounidense y el gobierno guyanés para apropiarse de las riquezas de Venezuela.

Como planteaba recientemente un experto analista del tema «Hay un dicho popular que reza, el que tiene tienda que la atienda y si no que la venda y es lamentablemente lo que ha ocurrido con el Esequibo”. En realidad, el chavismo gobernante asumió permanentemente ante Guyana un perfil ideológico de lucha antiimperialista, a cambio de entregar nuestra soberanía para garantizarse apoyo en su lucha internacional contra el malvado Occidente, aun cuando significara regalar nuestro petróleo en Petrocaribe, a Cuba y en este caso archivar el reclamo justo sobre el Esequibo.

¿Que pretende ahora el régimen madurista? llevarnos a un simulacro de guerra para maquillar la entrega de nuestra soberanía nacional y de paso anular el resultado de las primarias del 22 de octubre. Si no existiera la reclamación del Esequibo hubiera inventado cualquier patraña, como “inventar un referendo si la arepa es venezolana ante la pretensión colombiana de arrebatárnosla del menú criollo”. Suena risible ante un régimen en agonía.

La tiranía en sus estertores pretende evitar a toda costa elecciones presidenciales libres para 2024 con un CNE autónomo, al ser evidente que será desalojada del poder por el voto popular de concretarse esa condición. Con su actitud cobarde de no defender a su debido momento nuestra soberanía nacional sobre el Esequibo pretende crear un conflicto bélico similar al de las Malvinas, que costó la vida a centenares de jóvenes argentinos con el propósito de evitar la caída definitiva de la dictadura.

En ocasiones las leyes de la historia son inexorables, como fue el caso de las atrocidades de los dictadores Jorge Videla y Leopoldo Galtieri, al no poder impedir el retorno ininterrumpido de la democracia en Argentina desde 1983 hasta el presente 2023, como también lo será para Venezuela en 2024 como aspiración legítima de toda una nación, que aspira reconquistar la libertad y el estado de derecho conculcado a lo largo del siglo XXI.

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