Zamora educador
A Zamora el dedo supremo lo ha consagrado como miembro de la trinidad educativa de Venezuel, lo que no deja de sorprender.
Me pareció que tal vez habrían encontrado algunos documentos secretos zamoranos, que yo no conocía cuando enseñaba Historia de Venezuela del siglo XIX en la Universidad.
Los elaboradores del nuevo currículo dicen que esas enseñanzas están en “sus discursos y proclamas” de guerrero. Ahí es escaso el pensamiento educativo, pero parece gustarles aquello de “Viva Antonio Leocadio Guzmán. Viva Venezuela libre. Tierras y hombres libres, oligarcas temblad”. Buen grito para la guerra, pero no para la escuela, a no ser que queramos en el siglo XXI escuelas para las guerras campesinas del XIX. De paso, ese grito no era originario de él, sino del “indio” Rangel en 1846.
Y aquí se acaban las ideas pedagógicas de Zamora. Lo que me da espacio para preguntar: ¿Por qué no se incluyen, por ejemplo, los aportes educativos de Cecilio Acosta, Fermín Toro y Andrés Bello?
Cecilio Acosta fue un cristiano justo, sabio y humilde, que hizo excepcionales reflexiones sobre la educación en aspectos que hoy nos son más necesarios que nunca.
Según él, el divorcio entre el sistema educativo y el productivo es una de las enfermedades más graves de Venezuela y figura entre las causas principales de la pobreza de su gente. Aboga por la buena educación básica para todos, la eliminación del acento especulativo en los estudios universitarios y la conexión de la educación con las necesidades de la vida de la población. El fin de la educación ha de ser fecundar las dotes naturales de toda persona: “que le habiliten para los menesteres sociales relacionados con su existencia; para ser padre de familia, ciudadano e industrial; y de aquí la necesidad de la instrucción elemental que fecunda estas dotes”. Por eso la “enseñanza debe ir de abajo para arriba, y no al revés, como se usa entre nosotros”.
Luego de una vehemente argumentación contra la enseñanza libresca y ajena a la realidad productiva concluye: “Pues bien: si tal es la perfección, pónganse los fundamentos para alcanzarla[…]:Vamos, vamos por fin a ver si tenemos hombres de provecho en vez de hombres baldíos. ¿Qué falta? Querer y nada más. Descentralicemos la enseñanza, para que sea para todos; démosle otro rumbo, para que no conduzca a la miseria; quitémosle el orín y el formulario, para convertirla en flamante y popular; procuremos que sea racional, para que se entienda, y que sea útil para que se solicite. […] Cuantos más ojos ven, más se ve, cuantas más cabezas piensen, más se piensa; y si del bien público nace a su vez el privado, cuanta más familia coopere, serán más abundante la labor”. Otro sería el futuro de Venezuela si 11 millones de niños y de jóvenes se educaran hoy por este camino.
Fermín Toro es una lumbrera de nuestro siglo XIX con aportes absolutamente pertinentes y necesarios para la actual educación política y ciudadana. Espiguemos algunos: “La libertad absoluta de industria es el despotismo del individuo ejercido sobre la sociedad”. Por el contrario, la sociedad tiene que conjugar la unidad social con la independencia individual y combinar entre el sentido de la ley y de la sanción externa con la conciencia y la libertad personal: “Yo añadiré que ciertamente ha sido en todos los tiempos el problema más bello y más delicado de la ciencia de gobierno determinar qué parte toma a su cargo la ley en la dirección de los intereses de la sociedad, y que parte deja a la conciencia y a la actividad y a la inteligencia de los individuos”. Hay que combinar en sabio equilibrio la libertad personal con la ley social, “la ley del concierto de la igualdad necesaria con la libertad de cada uno”.
El éxito nacional pasa por la buena educación dice Toro en un año tan convulsionado como 1845: “La ilustración de las masas conjugará las tormentas políticas; la suavidad de las costumbres impedirá los furores de las conmociones populares: la equidad y la justicia en las leyes y en la administración impedirán que renazcan lo odios de clases; las resistencias morales conducirán por la senda legítima de la tendencia democrática”.
Nos falta espacio para algunas preguntas sobre el significado educativo de Simón Rodríguez y Andrés Bello. Esperamos volver sobre ello.