Yo voté por Ledezma, no por Farías
Subo a mi casa y en una de las esquinas de la urbanización en que habito me sorprendo ante dos jóvenes hatillanas que ondean, como un emblema y de manera absolutamente espontánea, una modesta cartulina diseñada y realizada seguramente por ellas mismas con lápiz y cartón que reza simplemente:
YO VOTÉ POR LEDEZMA,
NO POR FARÍAS
No puedo imaginarme cómo reaccionaría la Sra. Farías de verse súbitamente, como me sucediera a mí, ante esa suerte de silencioso y orgulloso reclamo. Alcanzar un cargo mediante el agavillamiento del servilismo asambleario y la prepotencia autocrática del teniente coronel no debe ser muy edificante. Montarse gracias a ese dedo descomunal, como de circense monigote ferial, en un cargo hecho ex profeso para desconocer la voluntad soberana de más de setecientos veinte mil ciudadanos caraqueños y mediante argucias seudo legales no es como para henchirse de orgullo. Recibirlo, además, con el encargo de vengar una derrota ominosa, no es como para agregarlo al curriculum. A juzgar por esas jóvenes muchachas que llevarían horas de intemperie en esa esquina de La Boyera en muestra de ejemplar civismo, se trata de una aviesa usurpación. Votaron por Ledezma, no por Farías. ¿Qué le parece a Usted, Sra. Farías, vice presidenta por obra y gracia del otrora emblemático portaviones?
Hubo un tiempo en que la Sra. Farías era una funcionaria de rango medio en Hidrocapital, cuando su antecedente inmediato salía del desastre del INOS, con sus macollas de sindicalerismo corrupto y abusos institucionalizados, y el Dr. De Viana lograba el milagro de hacer de esa empresa del Estado una institución verdaderamente al servicio de la comunidad. Pues dejemos las cosas en claro y que nadie gane indulgencias con escapulario ajeno: eficiente fue De Viana, quien gobernó Hidrocapital hasta el arribo del teniente coronel. No la Sra. Farías, que heredó lo sembrado. Exactamente como sucediera con el Dr. Moreno León, que hizo del SENIAT lo que llegaría a ser heredado por el capitán Vielma Mora, a quien se le atribuyen injustamente los méritos que en rigor sólo le pertenecen al actual rector de la Universidad Metropolitana.
Como para hacer aún más despreciable el cargo de reciente invención, la Sra. que aterriza en él cumplía por entonces su pasantía por Hidrocapital cuando el actual Alcalde Metropolitano era gobernador del distrito. ¿Cómo hará para reunirse – ella, parida por un decreto espurio que pesará en su curriculum cuando los tiempos, que se anuncian tormentosos, nos devuelvan a playas más honrosas – con quien fue puesto en el cargo por el esfuerzo mancomunado de casi ochocientos mil ciudadanos? ¿Una funcionaria impuesta a dedo contra la principal contrafigura del actual presidente de la república?
Jorge Rodríguez, electo para gobernar la misma zona que hoy se le delega mediante un dedazo del caudillo a la Sra. Farías, no estará precisamente de plácemes. Mal que mal también él fue electo. Debe haber pensado que en justicia a quien le correspondía el hipotético ascenso era a él. Un psiquiatra que parece sentir verdadera fascinación por las vicepresidencias. Y que ha sabido hacer carrera en una de las justas más turbias, complejas y enrevesadas del patio: llegar a ser alguien al lado del Dios Sol del régimen. Tal cercanía ha achicharrado a más de uno. Como lo demostrara el caso Anderson. Ni ahora ni nunca esclarecido. ¿A quién le importa?
¿Qué les espera a la Sra. Farías y al Sr. Rodríguez? Demasiado pronto para saberlo. Las aguas bajan tan turbias, que no hay manera de presagiar el futuro. Que se miren en el espejo del general Baduel, otrora compadre y dilecto. Hoy engrillado. Bien dice la sabiduría que la revolución devora a sus mejores hijos. Nos les alquilo las ganancias. En cambio el aparente perdedor crece y crece en la estimación popular. Como la espuma. Bien dice la sabiduría popular que las desgracias hacen a los grandes hombres. De pronto, mientras Chávez cree que hunde a Ledezma, lo está convirtiendo en el futuro presidente de la república. En Venezuela todo es posible. Incluso aquello.