YO soy EL: el hombre nuevo
Soy y lo declaro ante todos, a riesgo de Inquisiciones de uno u otro signo, el Hombre Nuevo, el ser humano perfecto, el inigualable producto de esta Bolivariana Patria y de los muy altos designios de su indiscutible e incomparable Líder, desde este momento histórico, para mí al menos, mi Yo se disuelve por siempre y para siempre, y paso a ser con El y en El.
Me enrostrarán, unos y otros, por haber firmado estos artículos bolivarianos como YO, pero la verdad verdadera es que El soy Yo, Yo soy El; no sé si me entienden, somos El y YO en perfecta comunión revolucionaria.
No hay programa que no vea, alocución que no escuche, intervención que no atienda, llamado que no penetre en mi alma, Misión que no me anime, canción que no tararee, copla que no disfrute, ando siempre y andaré siempre por esta existencia bolivariana pendiente de EL.
Soy irremisiblemente El, Yo soy su Yo, remolón, me clono, me mimetizo, me niego a pensar por mí mismo, dejo que El, El INFALIBLE, piense todo tan bonito y bien expuesto, y me diga lo que tenemos que hacer: ¡Y no hago lo que debo hacer!, y escribo largo y mucho como EL habla y versifica y declama y canta y regaña y dice ¡siéntese ahí! tan sabroso y comandado
¡Me muero de civil envidia!
¡Escuálidos de todo el mundo apedreadme!
Qué jodido este verbo Gabo, terminen de cambiar esa maldita gramática.
¡Capitalistas del planeta odiadme!
¡Joder otra vez con la ortografía!
Lo que quiero decir es que Yo soy El; si lo odian me odian, si lo apedrean soy su escudo, el guardia nacional que lo protege, el padre que lo defiende con su amor irrestricto: soy la oración y la contra, el escapulario y el talismán.
Desde hoy por siempre y para siempre, ya no firmaré estos artículos digitales como YO sino como EL.
Es justicia revolucionaria y popular que demando en el Valle de La Hermosa Ciudad de Caracas, antiguamente llamada la Sultana del Ávila, en total herejía con los que creemos en su Poder Sacrosanto, en su Realizar Infinito, en su Inmensa Capacidad de Innovación, en sus Dotes Omnímodas, en su Eterno Obrar, porque no hay más sultán que EL, ni Ávila distinto a EL, el verdadero cielo del que somos meramente indigna sucursal.