Yo creía
En casi todas las oportunidades, cuando escribimos notas para la prensa, lo hacemos en primera persona del plural. Hoy, tratándose de opiniones absolutamente singulares, lo vamos a hacer de la misma manera, en singular.
Yo creía que la función primordial de un gobierno era la de procurar la mayor suma de felicidad para el mayor número de ciudadanos.
Yo creía que las funciones públicas estaban regidas por el denominado Derecho Público que establece taxativamente, todo y solo, lo que puede hacer un funcionario en el desempeño de sus funciones.
Yo creía que la conformación de los poderes públicos en tres ramas durante tanto tiempo y a las que se le ha agregado una cuarta rama, tiene por objeto el equilibrio de los poderes del Estado.
Yo creía que el Poder Ejecutivo tenía como objetivo fundamental el ejecutar las acciones necesarias para el mejor desempeño de la nación.
Yo creía que el Poder Legislativo tenía como objetivo fundamental la promulgación de las mejores leyes para la correcta convivencia de todos los ciudadanos.
Yo creía que el Poder Judicial tenía por objeto el velar por la correcta aplicación de las leyes vigentes y el dirimir las diferencias que se pudieran presentar entre particulares o entre éstos y el Estado.
Yo creía que la Procuraduría tenía como función primaria la asesoría, defensa y representación judicial y extrajudicial de la nación.
Yo creía que la Contraloría tenía como funciones el control, vigilancia y fiscalización de los ingresos y egresos de la nación.
Yo creía que la Fiscalía tenía como funciones la prevención, la investigación y la sanción de los hechos que atenten contra la ética pública y la moral administrativa.
Yo creía que la Defensoría del Pueblo tenía como objetivos la promoción, la defensa y la vigilancia de los derechos y garantías de los ciudadanos.
Yo creía que el Poder Electoral tenía como obligación primordial la organización, administración, dirección y vigilancia de procesos electorales imparciales y que reflejaran los deseos de los electores.
Yo creía que el Ejército era una agrupación profesional sin militancia política organizada para garantizar la independencia y soberanía nacionales y el respeto a los dictados de la Constitución nacional.
Yo creía que todas estas funciones se repetían en las instancias municipales, estatales y nacionales.
Yo creía que la Constitución de un país era un documento que tenía como función primaria y fundamental el establecimiento de las bases de funcionamiento y convivencia entre los ciudadanos de un país y el establecimiento de los deberes y de los derechos que tienen cada uno de ellos.
Yo creía que los países debían procurar las mejores condiciones de convivencia posible dentro del concierto de naciones y cumpliendo y respetando los tratados firmados y ratificados por ellas.
Yo creía que los parámetros fundamentales de la convivencia humana estaban enmarcados dentro de los principios de libertad, igualdad y fraternidad que proclamaron los franceses en 1789.
Yo creía que la nacionalidad de un país estaba reservada a sus nacidos y a quienes venidos de otras tierras, demostraban el amor y el interés en el desarrollo de la nación.
Yo creía que el progreso de los nacionales de un país dependía del buen funcionamiento de su economía.
Yo creía que la función primaria del Estado en el campo económico se concentraba en procurar y dirimir el equilibrio entre los distintos concurrentes del mercado.
Yo creía que no había peor enfermedad que la intervención infinita del Estado como ente actuante de la economía.
Yo creía que la Ley de la oferta y de la demanda tenía características de ley natural.
Evidentemente, estoy equivocado, pero sigo creyendo lo mismo.