Ya llegó diciembre, señor Diablo
Uno no le puede pedir como aguinaldo cosas privadas, pecaminosas o placenteras al Niño Jesús, a su padre o a la tercera persona aquella que en este mismo momento no recuerdo su nombre, tampoco al gordete de Santa Claus.
Sería objeto de miles de críticas, peores de las que ya me han hecho o señalado durante mi accidentada trayectoria política, si, por ejemplo, dijera: Señor Claus, ¿podría usted traerme a mi hogar como regalo a Diosa Canales, un par de noches, vestida de enfermera con media caja de Don Pérignon y que se fije en mí como si fuera Cristiano Ronaldo? Bueno, eso sería blasfemia, saldría de inmediato el cardenal Urosa con una gigantesca cruz a pegármela por la cabeza. Me declararían persona no grata en todos los países que reclaman para sí la nacionalidad de Santa. En fin, sería un maremágnum. O si se me ocurriera decir: Amigo Niño Jesús, dile a tú papá, por favor, o hazlo tú mismo, que me ayuden en eso del Kino que esta semana está en los 25 millardos y tengo 14 años jugando y no me he ganado pero ni un centavo.
Bueno, se armaría la gorda. Se reuniría de inmediato el cónclave cardenalicio y saldría casi de inmediato humo negro por la chimenea del Vaticano como señal de que he sido ejecutado y mi alma carbonizada inmisericordemente. A eso no me puedo arriesgar, así que opto por pedirle a Satanás, quien sabe tanto por Diablo como por viejo, que me complazca en mis deseos más atrevidos y picarescos.
Primero, ese grupito de hermosas damas, conocidas como «las chicas Polar»… bueno, le solicito, amigo Leviatán, les cambie el nombre a «las chicas del 28» y se dediquen de ahora en adelante a los «oficios del hogar», del hogar mío, por supuesto. En segundo lugar, mi Diablo preferido, quiero copia de la llavecita esa con la que se abren las bóvedas del Banco Central donde está el oro que Merentes cuida con tanto fervor. Prometo que en cada oportunidad que me lleve un lingotico dejaré un pagaré firmado que honraré el mismo día que Fidel Castro pague los 100.000 barriles de petróleo que se lleva todos los días bajo la mirada complaciente de tu pichoncito, el Presidente. La verdad que no sé bien vuestra relación familiar en razón de que los libros de nacimiento de Sabaneta fueron consumidos por el fuego eterno hace algunos meses.
Quiero una botellita del mejor licor; un single-malt de 50 años me serviría, que nunca se acabe y que no dé ratón. Acto parecido al que hizo tu mayor rival cuando multiplicó los panes y el vino. Curda es curda.
En tercer lugar, mi gran demonio, deseo que abras una casa de bolsa (el Gobierno las cerró todas) en donde las almas se compren, vendan y permuten. Exactamente como el Consejo de Ministros, pero sin vestirse de rojo (cuando Chávez se vestía de rojo) o de azul (ahora que el mesmo viste ese color); esto por razones obvias, no puede tener el mismo precio «infiernístico» el alma de Rafael Ramírez, que tiene 13 años de ministro, que un recién llegado al Gobierno.
Mientras más tiempo gobernando mayor valor. No hay como un alma afrodescendiente.
Arden sabroso, caracha. Las de los Cabello pueden pe