Ya la pobreza no es noticia
El periodista mejicano Rolando Cordera Campos dedicado
al tema de la pobreza sostenía que en su país»: La
desigualdad no es noticia y la pobreza menos, porque
es crónica». Obviamente, ver la pobreza y la
desigualdad como una realidad inalterable, familiar,
integrada al paisaje cotidiano de nuestras vidas, iría
cavando para los pobres y lo menos pobres en el
imaginario colectivo una contracultura de lo
insensible y una criminal y escalofriante
contracostumbre de la indiferencia. Pero en el caso de
América Latina en general y de Venezuela como parte de
su contexto, la pobreza y los pobres lejos de ser un
motivo de soslayo o indiferencia, son por el contrario
objeto de la mayor atención, pero instrumentada
repulsivamente para forzar un ornamental sustento
ideológico de lucha por una justa causa.
No creemos equivocamos al afirmar que, al hacerse
politizable el tema de la pobreza esta cae en la mayor
de las abyecciones y en el miserable barranco de la
mentira y la manipulación. En Venezuela por ejemplo en
la actualidad, el combate por atacar la pobreza ha
quedado totalmente confiscado por motivo de la
confrontación y la polarización de bandos que están
siendo tragados por una agenda meramente política de
lucha por el poder, pero el fondo de la disputa – no
por ella dejan de ser la principal- es la captación de
las mayorías, es decir, de los pobres.
No estamos en contra que la opinión pública, la
sociedad civil y aún los políticos, «se acerquen una y
otra vez a la pobreza y la documenten, y hagan de ella
un tema vital y crucial de la existencia cotidiana».
Lo inadmisible, es ya la retórica demagógica con
fundamentos en la búsqueda mal intencionada de
culpables y las argumentaciones plañideras y
compasivas que no hacen más que alcahuetear a los más
débiles y sabotear salidas con reales capacidades de
resolución.
Aunque es casi situarnos en el terreno de la ciencia
ficción- pero no por ello es imposible -, al menos en
lo que respecta a la pobreza extrema y los programas
para abordarla, debían ser sacados del tema político-
partidista y tomarse como un asunto central de
«Estado» que vaya más allá de prejuicios, visiones
particulares y gobiernos. Partiendo de esta premisas,
nos adherimos plenamente a la idea de la necesidad de
generar esfuerzos contra la desigualdad y la pobreza
para crear un ambiente de intensa y extensa
cooperación social, que involucre y comprometa al
mayor número de grupos, visiones e intereses.
De arrinconarse el tema en el mundo de la política y
de los políticos, se afianzaría el artificio de
confiar en forma excesiva en su solución por vías
gubernamentales. En ese caso, pueden estar tranquilas
todas la formas de desigualdad, pues tendrían
garantizado seguir repartiendo sus sordideces sin la
menor sombra de sus exterminadores y potenciales
enemigos.