Ya Hermann Escarrá habló
Finalizando los años 40 y principios de los 50 del Siglo XX, comenzó en La Habana (Cuba) la transmisión de la radionovela El Derecho de Nacer, cuyo autor fue Félix B. Cañét. El éxito trascendió la cobertura local y se extendió por Suramérica. Narraba un hecho que arrastró hasta un convento de clausura a la primigenia de un matrimonio de los señores Del Junco y Almarza, integrante del más exclusivo círculo social habanero, como consecuencia de haber parido un niño fuera de matrimonio que, entregado a la esclava Mamá Dolores, fue bautizado con el nombre de Alberto Limonta. El asunto culmina cuando Don Rafael sufrió un accidente cardiovascular, perdió el habla y el médico que lo atendió fue el doctor Limonta, quien resultó ser su nieto. Cuando recuperó el habla, confesó su maldad cometida en contra su hija y su nieto. El maestro Billo Frómeta compuso la guaracha cuyo estribillo dice: “ya don Rafael habló”.
El recuerdo de la novela viene a cuento, debido a la similitud que se observa entre el forzoso silencio y posterior confesión del secreto guardado por Don Rafael y los prolongados espacios silenciosos y las sorpresivas apariciones del abogado Hermann Escarrá, dando declaraciones a los medios de comunicación, justamente en momentos en los cuales el gobierno socialcomunista hace aguas en medio de un mar embravecido. Flota en medio de la turbulencia y hurga en los más oscuros escondrijos de la mañosería político-jurídica y propone al gobierno una salida contraria a la juridicidad y a la contienda política civilizada, pero buenas para prolongar la existencia del gobierno y la agonía de los venezolanos.
Así lo vemos, en esta oportunidad y ante el deterioro del apoyo popular ocasionado por la creciente ingobernabilidad autogestionada y la negativa a corregir el rumbo, para dejar de lado un modelo político-económico cuyos ruinosos resultados han sido el cierre de empresas industriales, comerciales y de producción agropecuaria, con la secuela de masivo desempleo, el crecimiento exponencial de la pobreza, que hunde en la miseria a los sectores menos favorecidos de la sociedad, forzándolos a hurgar en la basura de restaurantes y hogares, con la esperanza de topar dentro de las bolsas contentivas de sobras con un pan, un trozo de carne, un poco de arroz o espagueti que por un rato le alivie el hambre.
A todo lo anterior debe agregarse el encarecimiento de los alimentos, los servicios en general y el martirio de quienes todavía tienen un puesto de trabajo, para cumplir con el horario establecido se emparenta con un acto heroico, porque esperar por tiempo indefinido, bajo el sol o la lluvia, el bus o el tren subterráneo que, apretujamientos y precios incontrolados de por medio, lo conduzca hasta las proximidades de su centro de trabajo, acto heroico emparentado con la adversidad.
Y para salir de la tragedia que acogota a la inmensa mayoría de la población, el abogado Hermann Escarrá, tal como si de un mago se tratara, saca de la copa de su sobrero la proposición que bien podría ser aceptada por el CNE como una orden de “inhabilitar a todos aquellos que pidieron intervenciones militares y aplauden medidas coercitivas” contra el gobierno y sus altos personeros. Es decir: “no pueden ser candidatos”. Ese derecho corresponde sólo al socialcomunista mejor dotado para ejercer el autoritarismo.