Opinión Nacional

Ya Casi Terminamos con el “Abecedario”

Para cuando La Tierra se estaba formando hace unos 45 millones de siglos, el Universo estaba poblado por doquier de incontables otros cuerpos celestes—puede decirse; en un resumen aproximado, que cada galaxia tiene en promedio a unos 100 mil millones de soles (estrellas), y que en todo el Universo existen aproximadamente unos 100 mil millones de galaxias—es la más gigantesca galería de arte que existe—de la que usted puede maravillarse cuando quiera, usando un telescopio, asistiendo al planetario más cercano a su residencia, o surfeando la internet para ver las imágenes que ha podido captar el Telescopio Espacial Hubble.

Cuando la Tierra estuvo formada definitivamente, podíamos describirla como un durazno que si cortásemos en dos mitades, tuviese una semilla esférica compuesta de hierro y níquel, una pulpa llamada magma, compuesta de todo tipo de rocas derretidas, que algunas veces podemos ver cuando los volcanes hacen erupción y expulsan ríos de lava, y una delgada concha que flota sobre la pulpa de magma—esa concha tiene hoy un espesor que varía desde los 10 kilómetros—generalmente en algunas partes de los fondos oceánicos—hasta 70 kilómetros, que es el espesor más grueso y se encuentra debajo de las montañas himalayas—las más altas del mundo.

La concha o corteza terrestre, no está uniformemente unida, sino dividida en docenas y docenas de trozos llamados placas tectónicas—y en los lugares en que una placa tectónica toca a otra, es donde están ubicados la mayoría de los volcanes—y donde tienen origen la inmensa mayoría de los terremotos que se producen, cuando una placa se desliza contra otra—o se hunde debajo de otra—como ocurre a lo largo de todo el oeste del continente de América del Sur en su frontera con el océano Pacífico—las montañas de los Andes; que van desde Venezuela, hasta la punta más al sur de Argentina y Chile, son “simplemente” una “arruga” de la corteza terrestre que se produjo cuando la placa tectónica del océano Pacífico, empujó fuertemente contra la placa tectónica del continente suramericano, para finalmente, hundirse por debajo de este último—lo cual continúa haciendo hoy en día—pero no lo percibimos con facilidad, porque sólo se desplaza apenas unos dos centímetros por año.

Pero aún deberían transcurrir otros 10 millones de siglos, antes de que la vida apareciese por primera vez en la faz de La Tierra (más específicamente en los océanos; y otros “charcos”, de la Tierra); durante ese período de 10 millones de siglos, la Tierra se fue enfriando, y su atmósfera inicial no era ni remotamente parecida a la de hoy, ya que estaba compuesta en su totalidad de hidrógeno y helio; gases que al ser recalentados por el sol y la todavía ardiente y volcánica superficie terrestre, escaparon de la atracción gravitacional, dejando a la Tierra, sin atmósfera—pero los innumerables volcanes que expelían vapor de agua, dióxido de carbono y amoníaco, dotaron a la Tierra de una nueva y segunda atmósfera, cuya muy superior densidad (mayor concentración de gases) produjo un efecto invernadero: la luz del Sol que llega a nuestra Tierra en forma de luz ultravioleta (de muy alta energía), al chocar con la superficie terrestre, produce emisiones de luz infrarroja (de baja energía), que calientan a la atmósfera al no poder escapar hacia el espacio exterior a través de la densa atmósfera formada por vapor de agua, dióxido de carbono y amoníaco.

Hace aproximadamente unos 35 millones de siglos, aparecieron las primeras formas de vida sobre la Tierra: microscópicas cianobacterias, que fueron capaces de manufacturar un pigmento verde-azulado que capturaba la energía de la luz solar y la usaba para hacer funcionar su organismo. Estas cianobacterias, que llegaron a formar extensas y densas capas en todo charco, laguna y océano, expulsaban un gas sumamente tóxico: el oxígeno, el cual se fue acumulando en la atmósfera, la cual; hoy en día, está compuesta de Nitrógeno (78 %), Oxígeno (20 %), Argón (0,9 %), Dióxido de Carbono (0,038 %), Vapor de Agua (1 %) y otros gases (0,062 %).

Este es el verdadero “abecedario” sobre el origen del Universo, de nuestro planeta y de la vida (vegetal, animal, y de otros tipos) que existen en éste—pero deberán pasar mas de otros 34 millones de siglos, antes de que el ser humano moderno y actual (el Homo sapiens sapiens)—así; con el sapiens repetido, comenzase a caminar por la faz de La Tierra.

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