Ya basta de dinosaurios
Hay un amigo al que le llamamos “pavosaurio”. El tipo cree que se la está comiendo a sus sesenta años (que nunca confiesa, siempre son 54 o 53) con su pinta de los años setenta, donde parece heberse quedado.
“Pavosaurio” cree, por ejemplo, que Chávez es un mero paréntesis en la vida nacional. Que su aparición fue totalmente fortuita y que no hay que hacer mucho para que se vaya (él y sus “ideas”) porque al ser un fenómeno sin mayor asidero en el imaginario colectivo, desaparecerá como llegó: por obra de la suerte.
El “Pavosaurio” anda con pantalones acampanados y camisas floreadas, usa afro (aunque tiene el pelo liso, se hace una especie de permanente doméstica) y oye todo el día música disco. Son los setenta, como hemos dicho, su década favorita y cree fervientemente en los carros ocho cilindros de entonces. Los Mustang y los Camaro son su perdición. Ha gastado su buen dinero en el acicalamiento de dos máquinas treintañeras para su orgullo.
Pero no le gustan las muchachas que compartieron con él aquellos años felices. Él las prefiere que hayan nacido en los setenta. Es decir, sus amigas deben tener un máximo de treinta y ocho añitos. La fecha límite es 1970. Cuando se le pregunta por esa contradicción, dice que no es tal: que a él le gusta todo lo de la década de Nixon y Carlos Andrés.
Este pavosaurio me recuerda a quienes después de haber ejercido todos los cargos habidos y por haber en la etapa democrática quieren seguir en la palestra como funcionarios reencaunchados. Fueron senadores, diputados, gobernadores, alcaldes, concejales, volvieron a ser gobernadores y siempre quieren ser candidatos.
Si no fuera pensar muy mal de ellos, a veces uno llegaría a creer que las campañas electorales son su modus vivendi. Que el fin de la recolección de fondos que hacen no es tanto financiar su proselitismo sino ganarse el sustento o completar las entradas que permiten los viajecitos al exterior o el mantenimiento de la casa de la playa.
Su cinismo llega al extremo de negar toda responsabilidad en el surgimiento del chavismo como realidad política. Ellos no partieron un plato. Su desempeño fue inmaculado y no se explican por qué la gente salió como loca a votar por un colega. Ellos no tienen la culpa.
Los dinosaurios siguen actuando como si aquí no ha pasado nada en estos diez años. No han aprendido nada. Y, como el amigo del cuento, viven en el pasado pero quieren las mieles frescas del presente.
El desempeño autoritario, personalista y militarista de Chávez no es original: sólo ha reforzado tendencias que se encontraban en estado latente, larvario o más o menos vigentes en la mal llamada Cuarta República. Y como Chávez es un cuartorepublicano elevado a la enésima potencia, los cuartorepublicanos sobrevivientes son chavistas reciclados.
¿No es Ramos Allup el Alfaro de los 2000 o el Chávez adeco? ¿Ese brillante y diligente CEN que lo acompaña, no es un cogollo del PSUV blanco?
¿El paisano Henry (yo soy descendiente de libaneses en un 50%, él en un 100%) no se le ha pasado la mano haciéndole honor a la herencia turca con los candidatos a dedo que ha nombrado? Por más que Antonio Ledezma sea un tipo corajudo, su candidatura es para buscar el apoyo de la Cadena Capriles. La candidatura del faisán Williams Dávila sólo responde a la muy egoísta intención de verlo fracasar. No importa que en el empeño se friegue el Partido.
Ojalá que Acción Democrática pueda salir del dinosaurio pronto. Si no, seguirá de derrota en derrota, oyendo las peroratas de su voz nasal que no tiene nada que ver con la de Rómulo Betancourt.