¡Ya basta!
A lo largo de mi vida me he preguntado muchas veces hasta cuándo el pueblo judío va a sufrir odio y persecuciones. Pero jamás me imaginé que esa pregunta me la iba a hacer sobre el pueblo judío de Venezuela. Los graffitis en la Sinagoga de Maripérez en Caracas paran los pelos de punta a cualquier persona que tenga algo de sensibilidad: esvásticas, «judíos fuera», «sí mataron a Jesús» son algunos de los slogans que estos grupos radicales esgrimen, sin detenerse a pensar cuántos seres humanos inocentes han muerto por culpa de este odio irracional –y por mayor desgracia también racional- de muchas personas alrededor del mundo.
¿Y es que alguno de esos radicales se ha preguntado cuánto dolor, cuánta miseria y sobre todo, cuánta tragedia hay detrás de cada esvástica que ellos pintan?… Cuando dicen «¡judíos fuera!»… ¿se habrán paseado alguna vez por los aportes que la comunidad judía ha aportado a nuestra patria, por la prosperidad que nos han traído, por los regalos de vida que nos han dado en retribución por haberlos recibido de brazos abiertos? ¿Y hasta cuándo van a estar diciendo que los judíos «mataron a Jesús»?… Es como si el mundo occidental todavía estuviera culpando al Imperio Romano de lo que pasó durante su hegemonía… Además, los judíos que condenaron a Cristo fueron un grupúsculo. Me gustaría preguntarles a esos «cristianos» tan fanáticos cuándo fue que asistieron a la última misa…
La conmemoración de la liberación del campo de concentración de Auschwitz el martes 27, debe ser un tema para reflexionar sobre los eventos que nunca jamás deben repetirse en la historia de la humanidad. Los fanatismos no han creado más que desgracias. Para comprobarlo, basta con remitirse a los hechos.
Las manifestaciones antisemíticas de las últimas semanas, por lo demás inéditas hasta hace poco en Venezuela, añaden un ingrediente más en la receta de odio que este régimen ha tratado de instaurar durante los últimos diez años, afortunadamente y por ahora sin éxito. Quieren disfrazarlas de ser puramente antisionistas, pero sabemos que no es verdad. Aquí hay hipersensibilidad con el tema de la «soberanía»: nadie puede criticar las cosas que pasan en Venezuela, pero Venezuela, de manera reiterada, se ha entrometido en una gran cantidad de asuntos que no le competen, que son delicados y que no son de su incumbencia. El Presidente Chávez ha insultado y re-insultado a quienes no le simpatizan, con las palabras más duras y más soeces. Para decirlo en sus propias palabras, miasma pura.
Nuestras relaciones internacionales con países que tradicionalmente han sido amigos se han deteriorado a niveles jamás vividos. Nuestro país que le abrió las puertas a tantos judíos, hoy se yergue como uno de los más acérrimos críticos de las actuaciones del Estado de Israel, expulsa al Embajador y al cuerpo diplomático, y sin medir consecuencias, se alinea con los terroristas de Hamas.
El tema de Gaza es delicado y lamento profundamente también las bajas del lado de los palestinos, quienes merecen tanto como los judíos tener su país y vivir en paz. Yo creo que los seres humanos estamos en capacidad de resolver nuestras diferencias sin llegar a la violencia, pero también entiendo que para los grupos terroristas el diálogo no existe. Si los miembros de Hamas son tan valientes y patriotas como dicen, deberían enfrentar a los israelíes a campo traviesa, y no usar a sus compatriotas de escudos humanos como lo han hecho.
Pero la tragedia es que el tema de Gaza ha servido para que surja un sentimiento antisemita jamás experimentado en Venezuela, apoyado desde el alto gobierno y las instituciones cómplices. Me estremecieron las lágrimas de una amiga judía cuando oyó las órdenes del Presidente, de aplicarles «gas del bueno» a los estudiantes… «¿Cuál «gas del bueno»? … ¿el que mató a millares de niños judíos en la Segunda Guerra Mundial?» se preguntó.
Si vamos a tomar partido, que sea por lograr la paz. Estamos hartos de batallas, de conflictos, de violencia. Judíos y árabes nos han ayudado a construir mucho de lo bueno que aquí tenemos ¡Ya basta!