¿Y nosotros qué?
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Cuando uno lee las noticias publicadas en los principales diarios del país sobre las presuntas estrategias políticas de la oposición uno se pregunta: ¿En qué mundo están viviendo estos dirigentes políticos? ¿Se habrán dado cuenta que cada día hay una distancia mayor entre sus pretensiones y las aspiraciones de la inmensa mayoría, por ahora silenciada? ¿Cómo es posible que Salas Römer permita que se adelante su pre candidatura presidencial, haciendo caso omiso de la necesidad primaria de la oposición, que no es otra que la de presentar un frente unido para tratar de salir de Chávez? Y no sirve de excusa la tesis de que el que pega primero pega dos veces, o que de esta forma se le adelanta a la inexorable candidatura de Enrique Mendoza, situación por lo demás inconveniente, si el propósito del Gobernador de Miranda fuese usar a la Coordinadora Democrática como plataforma electoral.
Tampoco es aceptable que se sigan haciendo cálculos de laboratorio presumiendo que, tal vez, en fin de cuentas, no sea conveniente el revocatorio, porque con una oposición desunida se corre el riesgo de perder las elecciones presidenciales, y por lo tanto, impedir una “gran victoria» en las sub-siguientes elecciones de Gobernadores y Alcaldes. No es admisible que a estas alturas del juego los dirigentes políticos sigan creyendo que las cosas continuarán siendo como antes, que las candidaturas o elecciones se desarrollan conforme a una lógica, que tal vez funcionó en el pasado, pero que ciertamente no lo habrá de hacer en el presente.
Ahora bien, uno se pregunta, ¿Qué piensan los miembros de esa inmensa mayoría silente que está desempleada, frustrada y desesperada y que ha mostrado en numerosas manifestaciones públicas su capacidad de lucha, de salir a la calle a reclamar un cambio?. ¿Creen de verdad los actuales dirigentes políticos que están ocupados en calcular cuáles son los mejores escenarios para sus propios intereses, que esa masa los va a seguir como borregos? Creo que están tan equivocados como lo estuvieron en el momento cuando con sus cálculos y apetitos políticos abrieron la brecha por la cual se coló Chávez.
Esa mayoría silente ha aprendido mucho en estos últimos años. El grado de desencanto sobre la forma como los políticos, de uno u otro bando, los manipulan tiene límites y ahora esa gente ya no es ciudadanía inerte, ya no cree fácilmente en espejismos ni en pajaritos preñados. El deseo manifiesto de esta inmensa fuerza política es la unidad para encontrar salidas a la crisis actual. La época de los salvadores de la patria ha hecho agua, ahora la responsabilidad, es más que nunca compartida.
No hay demasiado tiempo para hacer cálculos políticos, solo se requieren objetivos concretos, soluciones viables y deseos de resolver los problemas integrando a todos los hombres y mujeres de buena voluntad. El país no le pertenece al cinismo político, el país le pertenece a aquellos que de verdad tienen esperanzas en que Venezuela puede, con el esfuerzo de todos, convertirse de una buena vez, en una sociedad libre, democrática y participativa, en el sentido más amplio que esta expresión pueda tener. Sí, es verdad, se necesitan más que nunca partidos políticos democráticos, sí, es verdad, se requieren líderes comprometidos con un cambio pacífico e incluyente. Sin embargo, las elecciones no pueden ser vistas solo con un criterio utilitario, sino más bien como una manera de expresión de lo que la gran mayoría desea. Los venezolanos quieren fundamentalmente paz y trabajo. Los venezolanos desean un Estado que les sirva para mejorar sus condiciones de vida, y no para convertirlos en meros instrumentos de una utopía o, peor aún, en piezas de una aritmética de pequeñas ambiciones políticas.