¿Y dónde están los ciudadanos de bien?
Cuando la primera República se desmoronaba, un hombre, Juan German Roscio, lanzaba este grito desde la Gazeta de Caracas, preguntándose dónde estaban los hombres de bien, los ciudadanos y republicanos, ante los peligros que nos acechaban como nación. La respuesta no se escuchó: La República se vino al piso, por muchas razones, pero la voz de los hombres de bien, de los ciudadanos y republicanos, no se escuchó, sino años después.
Y ahora, en mi ingenuidad, en mi condición de ciudadano, demócrata y republicano, ando con esta pregunta a todos lados. Me la formulo en la mañana, con mi primer café, al salir de mi apartamento, al entrar a los tribunales, al llegar a la universidad, se la formulo a mis alumnos, a mis colegas, a mis vecinos, y sólo observo caras perplejas, atónitas, nadie me dice dónde están los ciudadanos de bien, dispuestos a frenar los desmanes de un régimen condenado al fracaso y que nos arrastra hacia su fracaso, que practica un onanismo político sin precedentes en la historia republicana.
Miento. Alguien trató de señalarme a unas personas que desde Caracas fungen como ciudadanos de bien, pero basta escucharlos, seguirles la pista, para darse cuenta de que su propuesta se limita a la cara bonita de la sociedad venezolana, quizás por desconocer o despreciar las cuitas colectivas del país.
Es fácil quedarse apuntando los errores crasos de un régimen que no se funda en lo grande y trascendente en que se han basado los pueblos que han conseguido un grado de bienestar digno, sino en el personalismo y la ciega creencia en un “proceso”, constituido sólo por un discurso lleno de buenas intenciones y de bilis. Hay en las personas comprometidas con el “proceso”, una creencia inusitada en la pureza de las intenciones, y un desprecio alocado por las ideas coherentes y serias.
¿Y dónde están los ciudadanos de bien, aquellos que sin ánimos “positivistas civilizatorios”, estén dispuestos a lanzarle un grito a la sociedad venezolana, a sacudirla, para que salga del adormecimiento en que lo mantiene un hombre asaz carismático pero incompetente e irrazonable, rodeado por un conjunto de personas insuficientes?
Hay quienes pretenden buscarlos en los cuarteles, por aquellos de los yerros y las charreteras, pero sabemos que las soluciones que salen de esos sitios terminan en un desastre o en un gorila montado en el poder. La pregunta formulada es de carácter civil, la respuesta debe ser de esa misma naturaleza. A los militares hay que limitarlos a los cuarteles y ver la manera de enseñarlos a comportarse frente a la sociedad civil, a los fines de conjurar “pantaletadas”.
No sé si la respuesta va a tardar mucho. Por mi parte, seguiré formulándola y formulándomela. Pero de algo estoy seguro: el día en que la respondamos, aquí pasará algo.
*Abogado
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