Xenofobia: Lo que nos faltaba
1. Era sólo cuestión de tiempo
Los papeles firmados por un autodenominado Frente Simón Bolívar del Soberano Pueblo de Venezuela que han sido repartidos en Caracas y otras ciudades del interior en los que se amenaza a las colonias españolas, italianas y portuguesas, y se instiga a que el pueblo cometa actos de violencia contra los ciudadanos de esas nacionalidades y sus descendientes, representan una nueva faceta de esa violencia a veces desembozada, a veces contenida, que ha sacudido al país desde la fatídica madrugada del (%=Link(«/bitblioteca/venezuela/4f.asp»,»4 de febrero de 1992″)%), pero que se ha tornado aún más encarnizada después que (%=Link(«/bitblioteca/hchavez/»,»Hugo Chávez»)%) asumió el poder el 2 de febrero de 1999.
Un grupo de personas alentadas por una iniciativa emprendida por la excelente escritora Ana Teresa Torres, alertó a la opinión pública el pasado sábado 30 de septiembre sobre las consecuencias de estas lamentables manifestaciones de xenofobia. Sin embargo, los esfuerzos de éste y otros grupos serán estériles si -como dice Fausto Masó- el presidente Hugo Chávez no condena de forma categórica esos símbolos de barbarie, pues no hay duda de que quienes han divulgado esos panfletos son afectos al chauvinissmo.
¿Cómo desligar esas formas de violencia que hay en el país de la figura de Chávez? ¿Cómo separar las invasiones de fincas, la toma de inmuebles, las expropiaciones de tierras y, ahora, la xenofobia de ese discurso revanchista, agresivo y en exceso pugnaz, que el actual mandatario ha mantenido de manera consistente desde sus tiempos de candidato presidencial? Hoy no existe ningún personaje público que pueda disputarle el liderazgo al Presidente. Nadie como él logra despertar el entusiasmo y, en muchos casos, la devoción de un sector tan amplio de venezolanos. Así lo demuestran sus sucesivas y cómodas victorias electorales, a pesar de carecer de un partido arraigado en las masas, como fue AD en su mejor momento, y de expresar ideas confusas sobre los asuntos más importantes relacionados con los principales problemas del país y la manera de superarlos.
Ese tipo de vínculos tan intensos entre el dirigente y la masa no siempre son positivos, ni expresan una relación sana del pueblo con quienes ejercen funciones conductoras. El pueblo no sólo puede y suele equivocarse, sino que además con mucha frecuencia le da interpretaciones caprichosas o toma al pie de la letra, palabras que en boca de un dirigente no pasan de ser expresiones utilizadas para atrapar la audiencia o llamar la atención de los medios de comunicación. El pueblo, así en abstracto, como dice Freud en Psicología de la masas y el análisis de yo, es fácilmente manipulable. Mientras mayor es la idolatría que un pueblo siente por quienes consideran su máximo conductor, más alta es la responsabilidad de ese dirigente.
Hugo Chávez no es precisamente un ejemplo de moderación y templanza en su relación con las masas. La sobriedad no es un rasgo que lo caracteriza. Desde luego que sería injusto decir que el Presidente instiga directamente los brotes xenófobos que han aparecido. Sin embargo, de forma indirecta su peculiar estilo los propicia. No es casual que sea precisamente en este gobierno, cuando se ha demonizado sin piedad la globalización, y en el que cualquier signo que no se ajuste a la ortodoxia nacionalista decretada por el chavismo es descalificado por formar parte del capitalismo salvaje y el neoliberalismo extranjerizante, que se han producido esas manifestaciones, por ahora tenues, de chauvinismo. Sólo era cuestión de tiempo que ellas aparecieran. En la conciencia simple de los nacionalistas fanáticos, los extranjeros, los nacionalizados y sus descendientes, son la expresión viva de ese terrible engendro que es el capitalismo globalizado que tanto ha sdio satanizado.
2. Hay que salirle al paso
Ciertamente, hasta ahora la xenofobia no ha pasado de ser sino un episodio aislado y hasta folclórico de un grupo patriotero pintoresco, probablemente integrado por algunos cuantos lunáticos que usurpan el nombre de Bolívar, precisamente la figura más internacional y con vocación más universalista de nuestra historia, para levantar las banderas del chauvinismo. Sin embargo, tal como dice el remitido publicado el pasado fin de semana, “la experiencia de otros países indica claramente que el odio nacionalista constituye una grave amenaza y que no deben desconocerse sus signos por aislados o insólitos que resulten en una determinada sociedad”. De allí que sea necesario expresar el más “absoluto repudio ante estas manifestaciones antidemocráticas y anticonstitucionales”, al igual que exhortar “a la ciudadanía a rechazarlas”.
La denuncia y condena de la xenofobia de ningún modo significa magnificar los hechos, sólo tiene el sentido de alertar sobre corrientes y tendencias que en muchas naciones han producido y siguen produciendo consecuencias terribles. No se trata sólo de los casos de la Alemania nazi y la Italia fascista. Más recientemente el conflicto en los Balcanes ha estado determinado por razones étnicas y por enfrentamiento entre nacionalidades que se han enfrascado en una guerra a muerte. La terrible “limpieza étnica” decretada Slobodan Milosevic en Yugoslavia contra los albano kosovares, y el resurgimiento, cada vez con mayor fuerza, de grupos neofascistas en el Alemania y Austria, lo mismo que el desprecio de la última década contra los sudacas en España, para no hablar del conflicto entre los judíos y los palestinos o de los ingleses y los irlandeses, no son más que una pequeña muestra de las numerosas expresiones de xenofobia y chauvinismo, muchas de las cuales nacieron como débiles señales de corrientes que luego fueron creciendo y haciéndose más profundas.
3. Hay que cerrar la Caja de Pandora
El Presidente Chávez, tal vez sin proponérselo, abrió la Caja de Pandora. Probablemente sin advertirlo ha fomentado el clima de escisión que propicia el surgimiento de esta nueva modalidad de la violencia representada por la xenofobia. Ahora le corresponde crear la atmósfera que estimule la reconciliación. Sin nos atenemos a su propia óptica, le conviene hacerlo pues los sentimientos de odio hacia los extranjeros están reñidos con el objetivo, tantas veces proclamado por él, de promover la integración latinoamericana y la paz entre los pueblos. Los xenófobos pueden comenzar atacando a los europeos y terminar alentando vendettas contra los colombianos, los peruanos, los chilenos y así sucesivamente.
Ya contra los ciudadanos de la hermana República ha habido bastantes manifestaciones de rechazo durante los últimos dos años. La más reciente y difundida fue la que apareció en el libro de instrucción paramilitar que se le propuso al Ministerio de Educación incluir como texto obligatorio en el ciclo básico. En el referido libro se atacaba sin mayores preámbulos a Colombia y a los colombianos. El Gobierno, en buena medida presionado por el revuelo que se creó, prohibió el texto e incluso condenó públicamente a su autora. Ahora estamos frente a una situación similar. Los panfletos que han circulado en varias ciudades del país deben ser proscritos para que sus autores se desanimen y desechen la idea de alimentar. una llama que la mayoría de los venezolanos nunca hemos avivado.
Hay que recordar que entre nosotros hay personas como el general Régulo Anselmi, Comandante de Operaciones Aéreas de la Fuerza Aérea Venezolana, para quienes “la paz, no la guerra, es la que destruye a los hombres”, no vaya a ser que se les ocurra convertir la xenofobia en una excusa para evitar la destrucción de los hombres. Una guerra xenófoba. ¡Esta es la única que nos faltaba!