Opinión Nacional

Whisky, dólares y hummer

En Venezuela en estos tiempos de revolución se cacarea demasiado y se hace poco. Uno de los aspectos claves y más significativos en esta época global y planetaria en la que nos corresponde vivir es precisamente el conocimiento y la educación como principal recurso sobre cualquier otro. Fernando Savater concede mucha importancia dentro de su planteamiento e hilo expositivo a la cuestión del gusto o placer por lo que se hace. La educación debe ser vista como una actividad especial, como una actividad placentera, y además libre, voluntaria y esforzada, a diferencia del trabajo corriente concebido como esencia del hombre, del trabajo social en cuanto actividad esencialmente humana.

Hay una máxima o regla de oro según la cual los países pobres son los que más invierten en educación. No sólo requerimos profesionales en todas las áreas, también hacen falta técnico medios y superiores y naturalmente un elemento común a todos y que nuestra universidades, colegios y hogares han entendido como es la de formar ante todo a ciudadanos libres y críticos, poseedores de criterios y de opiniones que les permitan discernir lo bueno de lo malo, y vivir al mismo tiempo a plenitud en relación a su valores y educación.

De manera que parte del rol y responsabilidad del educador y de cualquier proyecto educativo, naturalmente parte de contar con unos principios básicos o filosofía que propugne que hay que enseñar a apreciar y enorgullecerse de las capacidades humanas. El país debería apartarse del supuesto socialismo del siglo XXI que en una década lo que ha hecho es empobrecernos material e inmaterialmente. Lo que necesitamos es trabajo, es educación, es creatividad, es productividad dentro de una justa valoración del ser humano, o mejor dicho a la luz del humanismo simple y puro, aquel donde el punto de partida y de llegada es precisamente el ser humano y el ciudadano, nos referimos a cada venezolano protagonista de su vida, destino y sociedad, nos distanciamos de un ser humano y ciudadano que once años después de la llegada de la revolución esta muerto de hambre, desempleado, desnutrido, enfermo y sigue padeciendo con más crudeza los males por los cuales fue electo Chávez el 6 de diciembre de 1998.

Venezuela debe dejarse de atajos, de adivinanzas. No podemos seguir gravitando nuestra elección entre mesías, salvadores, gerentes o caudillos. La única elección tiene que ser la de recorrer el camino correcto, el de la democracia, del esfuerzo, del trabajo creador y productivo, de los derechos humanos, de las libertades, y todo ello a partir de una educación en todos los niveles de calidad, pertinente, crítica, democrática y plural como único antídoto frente a la miseria.

Son inaceptables las estadísticas e indicadores que Venezuela muestra en materia económica, en salud, en empleo, en educación. Seamos críticos y justos y dejemos de justificar lo injustificable. Este gobierno fue electo para producir un cambio o una gran transformación que es la esencia de cualquier revolución, no la venezolana que esta atosigada de whisky, dólares, hummer y también de toneladas de alimentos podridos, medicinas vencidas y pobreza. La clave para revertir esto no es otra que educarnos y dejar la comodidad asumir la ciudadanía en serio.

(*) Profesor de la Universidad de Los Andes e-mail:

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