Votar es decidir
En este mes de noviembre nada hay más importante políticamente para los venezolanos que votar, cuidar el voto y entender su significado.
Votar es decir que quiere elegir a su alcalde y a su gobernador. Éste es un derecho que no existió durante más de siglo y medio de la vida republicana. Incluso en el período más democrático, a partir de 1958 (casi hasta el final), los alcaldes y gobernadores eran puestos a dedo por el Presidente. Ahora el Gran Socialista también en esto quiere retroceder a lo que despectivamente llama la “Cuarta República”. Sin embargo, la vitalidad y maduración de la democracia depende de que escojamos en las instancias más cercanas de gobierno a hombres y mujeres cuyas cualidades conozcamos y de cuya gestión les pediremos cuentas. No es aceptable que en tiempos de la “democracia participativa” se quiera minimizar, e incluso eliminar, la elección directa sustituyéndola por funcionarios nombrados por el Presidente y anulando de antemano sus posibilidades de autonomía.
Es importante que esta votación deje en claro que no todo en el país se reduce a la voluntad presidencial, ni toda elección es sobre su persona. Chávez debe gobernar hasta el 2013 y todavía le queda casi lo equivalente en tiempo a un período presidencial normal. Pero antes hay que decidir sobre grandes malestares y deseos de cambio que se refieren a alcaldes y gobernadores que, con frecuencia, han sido asombrosamente ineptos y corruptos. Necesitamos que esta capacidad de valorar y castigar produzca un nuevo mapa de gobernadores y de alcaldes que refleje la pluralidad venezolana producto de las convicciones democráticas.
Lamentablemente los procedimientos para decidir las candidaturas de uno y otro signo en muchos casos no han estado a la altura de lo que exige la democracia venezolana. Tampoco el descarado abuso del poder en el debate electoral ha sido castigado. A pesar de ello, y precisamente por ello, hay que votar, hacer sentir que queremos democracia y no guerra, democracia y no nepotismo, democracia y no dedo absoluto. La masiva y plural participación dejará en claro que en Venezuela no hay una sola voluntad política, sino que es múltiple y variada, y que nadie puede usurparla ni interpretarla a su antojo.
Cuidar y contar el voto. Con frecuencia el abuso del poder ha insultado, falseado el debate y usado ilegalmente los recursos públicos para fines partidistas, sin que el CNE haya hecho valer su autoridad. Ello no nos sorprende y no debe desalentarnos, ni meternos miedo. En diciembre del año pasado se demostró que, con todo el ventajismo, la decisión democrática firme y organizada de una buena parte de la población triunfó frente a la voluntad autocrática. Quedan 15 días para terminar de organizar el cuidado y el conteo transparente del voto. Como se demostró en anteriores actos electorales, el día de la votación es clave hasta el último minuto de la media noche y más allá.
Interpretar el voto. En el Gobierno hay un único intérprete de lo que significará el resultado electoral. Quien convirtió el desastre nacional del corte de luz de tres horas en felicitación por la genialidad de un supuesto arreglo en un cuarto de hora, no tendrá vergüenza en tratar de convertir la pérdida de numerosas alcaldías y gobernaciones en éxito y espaldarazo para nuevas aventuras autocráticas contra la Constitución. Por el contrario, en el lado democrático pudiera haber un vacío, una grave ausencia de quienes con credibilidad subrayen los éxitos obtenidos y su importancia para la vida de los venezolanos. Existe el peligro de que prevalezcan los reproches y las lamentaciones sobre aquellas gobernaciones y alcaldías que se hubieran ganado con una unión más decidida, inteligente y generosa.
Siempre habrá tiempo para revisar los muchos errores que algunos políticos están cometiendo en lamentables torneos de ambiciones y de personalismos. También habrá que reconocer en su momento muchas excelentes y ejemplares actuaciones políticas en pro de la unidad y de la sensatez, que hay que reforzar a futuro. Desde el 6 de noviembre hasta el 23 hay dos semanas de extraordinario valor para lograr uniones y acuerdos necesarios y ganar a muchos que todavía no tienen ganas de ir a votar. Votar es decidir y abstenerse es llorar mañana.