Vota rojo, Bota sangre
¿Cómo conciliar ese 90% de preocupación por la inseguridad con ese 40% de respaldo a quien es su máximo responsable? O mienten las encuestas, o ese 40% está constituido por desalmados. Si tras estos doscientos años de república los asesinos son vitoreados y seguidos, es que moral y luces siguen siendo nuestras primeras y grandes necesidades. Tocar los huesitos de Bolívar es un comedia siniestra, malversar su nombre, un crimen. Vota rojo, bota sangre. O despierta de una buena vez y vota por la vida.
Vendrá la muerte y tendrá tus ojos.
Esta muerte que nos acompaña de la mañana a la noche.
Cesare Pavese
Ríos de sangre: en este océano tinto de sangre han terminado las promesas que nos trajo la Venezuela de los coroneles. Prometieron la isla de la felicidad. Y han cumplido su palabra a cabalidad: somos el remedo, la farsa, la trágica transfiguración de lo que un día fuera una esperanza revolucionaria convertida en un caudaloso mar de muerte y desolación. 150.000 venezolanos asesinados. Sepa Dios cuántos cientos de miles de heridos a bala, a cuchillazos, a machetazos. Las cifras son aterradoras: casi veinte mil asesinados en el 2009. Casi sesenta mil heridos por disparos de armas de fuego que pretendían cegarles la vida. Si por la inmensa tribu de asesinos que pueblan nuestras calles hubiera sido, hubiéramos tenido en un año muchos más muertos que cualquiera de las guerra del nuevo siglo. No un mar de felicidad: un océano de lágrimas. No una isla paradisíaca: un cuero seco de devastación y muerte. ¿Dónde está represado ese sufrimiento? ¿Dónde el dolor de quienes perdieron a sus hijos, a sus esposos, a sus hermanos, a sus padres por el deslave de rencor y resentimiento que brotara desde el fondo tenebroso de la maldad venezolana, promovida con inmenso éxito desde las máximas alturas del Poder?
Que aún después de tanto desprecio por la vida, de tanto resentimiento y tanta iniquidad el Sr. Seijas reporte una mayoría de respaldo para el responsable de esos asesinatos y que encuestadores que, contrariamente a lo que con él sucede, nos merezcan cierta confianza, le den un apoyo que fluctúa entre el 30 y el 45% de la población de votantes, constituye una estremecedora radiografía de la profunda enfermedad moral que aqueja a la república. No es para envanecerse el constatar que millones de venezolanos con los que compartimos nuestra cotidianidad sientan el menor aprecio por la vida y promuevan gozosos el vicio, la maldad, la corrupción, la horrorosa carencia de escrúpulos de los gobernantes.
¿Cómo conciliar ese 90% de preocupación por la inseguridad con ese 40% de respaldo a quien es su máximo responsable? O mienten las encuestas, o ese 40% está constituido por desalmados. O por minusválidos intelectual y éticamente menesterosos. A estas alturas de la tragedia, luego del asesinato en vivo y en directo de un humilde productor agropecuario arrastrado a la muerte por un vicepresidente de la república, una Fiscal General de la República y por una Defensora del Pueblo, por un Ministro de Defensa y todas las autoridades que pudieron evitar su muerte y la aceleraron bajo órdenes del propio presidente de la república, aún respalden a quienes nos hunden en el abismo, habla mal, muy mal de nosotros los venezolanos. Debiéramos sentir una profunda vergüenza por nosotros mismos.
Si tras estos doscientos años de república los asesinos son vitoreados y seguidos, es que moral y luces siguen siendo nuestras primeras y grandes necesidades. Tocar los huesitos de Bolívar es un comedia siniestra, malversar su nombre, un crimen. Vota rojo, bota sangre. O despierta de una buena vez y vota por la vida.