“Volver a las andadas”(*)
El paréntesis que se ha abierto después de conocida la decisión del Tribunal Supremo de Justicia por la cual se suspendió el acto de comicios previsto para el pasado 28 de mayo, animó a algunos optimistas a creer que cuando se reanude la campaña electoral a propósito de la megaelección, el candidato oficial (Presidente en ejercicio) asumirá una postura diferente de la que hasta ahora ha mostrado, sobre todo en cuanto se refiere al uso de un lenguaje agresivo y belicoso que, hasta ahora, es uno de sus rasgos distintivos.
Sin embargo, las primeras muestras de lo que viene, para esa etapa que aún está por definir, no son tranquilizadoras. En las visitas que el candidato y primer magistrado está efectuando a distintos medios de comunicación, no ha dejado de reiterar la opinión que le merece el universo mediático y sus más emblemáticas expresiones en medios impresos y audiovisuales, con lo que es fácil pronosticar que los periodistas que vayan a cubrir actos proselitistas tendrán que pensar muy seriamente, por ejemplo, en completar su indumentaria con chalecos blindados y cascos de seguridad, entre otras herramientas de trabajo.
Asimismo, el estímulo ofrecido a los integrantes del poder armado para que, contrariando las expresas disposiciones constitucionales en referencia a la disciplina, la obediencia y la subordinación, se abran al debate público y acudan a las tribunas mediáticas para dirimir situaciones que, las más de las veces, requieren aclaratorias puntuales o el ejercicio de la réplica, permite avanzar en la idea de que el jefe del Estado, cada vez con mayor empeño, está resuelto a involucrar a la Fuerza Armada Nacional en la controversia política, transformándola, de institución al servicio de la República, guardián de la independencia y de la soberanía, en lo que tantas veces se ha dicho: en el partido militar.
Por otra parte, el comportamiento del primer magistrado en ostensibles actividades electorales, disfrazadas de inocentes actos administrativos, es un alerta a la ciudadanía de que el abuso y el ventajismo que han sido una constante en la conducta oficial no desaparecerán al reanudarse la campaña electoral y, de alguna manera, marcarán los próximos comicios, por lo que desde ya puede adelantarse que los resultados electorales estarán contaminados por el virus del fanatismo y de la intolerancia.
La megaelección, así, pasaría a ser un ejercicio político destinado a otorgar poderes omnímodos al presidente de la República y a desvirtuar la proclamada democracia participativa, plural y protagónica que, en la vigente Constitución Bolivariana sirvió, entre otros propósitos, para eliminar toda mención a la representatividad democrática, esencia y fundamento del régimen de libertades que se mantuvo en Venezuela a partir de 1958. Por supuesto, el panorama descrito se modificaría si el electorado, mayoritariamente, se pronuncia por recobrar la cordura y la sensatez, poniendo coto a la tentación autoritaria y hegemónica que, de modo harto visible se ha mantenido, por parte del primer magistrado, durante los meses transcurridos de su gestión presidencial a partir de febrero de 1999.