Virulencia electrónica
El intercambio electrónico a propósito de la ya prolongada crisis política que experimentados, sin dudas, ha sabido de un intenso crecimiento. Los envíos masivos de toda suerte de información y la creación de sendas páginas de uno u otro signo, susceptibles del acostumbrado ataque de jáqueres, constituyen un estupendo indicio, incluso, politológico, para los investigadores del futuro que desbordarán tanto ingenio como torpeza a la hora de escrutar ésta, tan curiosa etapa de nuestra vida republicana.
Oficialismo y oposición esgrimen el florete virtual con sus aciertos y torpezas, soliviantando espíritus. La jocosidad amortigua la rabia. La pasión no desea aún trabarse con la razón.
Los diseñadores gráficos gozan de un auge extraordinario, sobre todo cuando ha disminuido eso que llaman la “majestad” presidencial, atrapados en el charco de la comicidad o cruzando los afortunados linderos del humor. Y para quienes gustan de los esquemas, la red ya no es un ejercicio exclusivo de ciertos sectores sociales, pues, semejante a la expansión de la telefonía celular gracias al prepago, los “cibercafés” lograron consagrar la necesidad del “emileo” con una gallardía que luce imposible para los “infocentros”, otra rara pieza del Estado que no lograr implantar a lo largo y ancho del país las bibliotecas públicas, un acierto diluido en el marco de una política improvisada.
Lo cierto es que el “chavismo” o “antichavismo” ha movido la infopista, lo que no autoriza a hablar -si se quiere- de infopolítica, pues, ésta requiere de condiciones que, por una parte, manifiesten las bondades y consistencias del debate dado en el mundo real, y, por otra, recoja algunas experiencias acumuladas que permitan dibujar un orden público tecnológico, también resultado de la existencia y estabilización de las comunidades y de la opinión pública virtuales que impidan, como lo hemos insinuado en otras ocasiones, el traslado automático de conceptos propios del terreno comercial al político, como el de la “desintermediación”.
No podemos exagerar, en consecuencia, el aporte de la red a todo cuanto ha acontecido recientemente en el país. Lo ha habido, sin dudas, pero en un porcentaje modesto que, si bien tenderá a incrementarse, asimilando las citadas condiciones, por ahora no compensa el fortísimo impacto de la publicidad audiovisual a la hora de convocar los multitudinarios eventos en los que hemos participado, incluyendo la histórica movilización cívica del 11 de Abril, amén de la personal motivación para cumplir lo que entendemos como un deber con las generaciones venideras.
De gran valor ha sido el cruce de información en horas de tanto tormento, permitiéndonos afinar criterios. Los famosos reportajes de Patricia Poleo, agotada la edición impresa de “El Nuevo País”, circularon con prontitud en la red, aunque la buhonería del fotocopiado de la ciudad capital posiblemente no se enteró, hecho que igualmente contrasta con la distribución de basura informativa, a veces malintencionada, llamada a bloquear nuestros correos.
Y es que hay un ancho basurero de odios que se traducen en el gesto soez de muchos de los mensajes, imprimiendo una virulencia que agota la paciencia de cualquier usuario. Transitamos, irremediablemente, esas avenidas electrónicas, procurando separar el trigo de la cizaña, porque también hay gestos decentes, llamados de conciencia, reflexiones cívicas, pero –más de las veces- con el involuntario resultado de indigestar la computadora.
Comparto la magnífica experiencia alcanzada en el combate electrónico, pero no disculpo a quienes repitieron la convocatoria del citado día más de cien veces, aparte de los muy comprensibles reenvíos, creyendo noticia todo lo que acaecía. Una suerte de espejismo, parte también de la epidemia de irrealidad que sufre Chávez, los ataca, sin que la política del mundo virtual tenga prolongación en la política del mundo real, o viceversa, porque los objetivos estratégicos se pierden en el altar del medio empleado.
Agreguemos una circunstancia, recogida por el testimonio de amigos que tienen por negocio la red: la inclinación dominante de las consultas instantáneas o “chatarra” en los “cibercafés”, emulando el consumo de los jóvenes en los centros de comida rápida, advierte la prioritaria preocupación por encontrar empleo a través de la ya no tan novedosa tecnología, frecuentemente frustrada; el divertimento del chateo, con la natural desatención hacia los temas calificados de sobrios; e, infaltable en la muestra, las incursiones pornográficas. Y esto, registradas las preferencias en una muestra empírica, sin olvidar la realización urgente de alguna asignación académica, nos avisa con relativa objetividad del desinterés hacia la política en la red, al menos, sin la fuerza o la jerarquía que suelen concederle sus más entusiastas cultores.
La exaltación del momento que vivimos en la red, también nos permita saber del cándor de muchos que la fatigan.
(%=Link(«mailto:Luisbarragan @ hotmail.com»,»Luisbarragan @ hotmail.com»)%)