Violencia política
El día en que cumplí cinco años, 18 de octubre de 1945, tuve un primer encuentro con la violencia política en Venezuela. Un grupo de militares derrocaron por la fuerza el gobierno de un general civilista, Isaías Medina. Para eso, contaron con los líderes de un partido político emergente: Acción Democrática.
Como el golpe tuvo éxito, lo llamaron revolución y, además, la calificaron de gloriosa y, encima, la consideraron una segunda independencia.
Tres años después, acabando de cumplir 8 años, vino el segundo. Los militares del 18 de octubre se fastidiaron de los civiles y el 24 de noviembre de 1948 derrocaron por la fuerza el gobierno de don Rómulo Gallegos para gobernar ellos solos.
Apenas había cumplido 10 años y vino el tercero. Alguien resolvió secuestrar y asesinar al presidente de la Junta Militar de Gobierno, Carlos Delgado Chalbaud.
Al cumplir 12 años vino la cuarta. Los mismos militares del 18 de octubre y del 24 de noviembre, y del 13 de noviembre de 1950 (fecha del asesinato de Carlos Delgado) resolvieron desconocer las elecciones que ellos mismos habían convocado para el 30 de noviembre de 1952 y asumieron el control del país en nombre de las Fuerzas Armadas Nacionales.
Tenía 17 años cuando el pueblo venezolano, a través de múltiples manifestaciones, convenció al dictador de turno de que lo que más le convenía era hacer sus maletas y marcharse, lo que en efecto hizo.
Se inició así un período democrático que suponíamos iba a estar al margen de la violencia. Pero no fue así. Hubo frecuentes intentos de derrocar el gobierno constitucional por la fuerza. Incluso hubo un intento de magnicidio. Y la aparición de la Revolución Cubana con sus barbudos revolucionarios hizo que, por el efecto emulación, muchos venezolanos pensaran que la salida era la de la violencia guerrillera.
Más tarde, vendría la violencia del 4 de febrero de 1992 y del 27 de noviembre del mismo año, aplaudida por buena parte de la opinión pública venezolana y, de allí, 15 años de fractura de la unidad nacional. Y lo que nos falta por ver.
La épica de la independencia nos quedó sembrada en los tuétanos de los huesos y no sé por cuánto tiempo más seguiremos rindiendo culto a la violencia.
Seguiremos conversando.
@efernandezve