Victoria pírrica
El CNE desconoció el derecho de la mitad de los venezolanos de revisar los resultados electorales y se apresuró a proclamar a Nicolás Maduro como presidente. Si alguien tenía dudas sobre el fraude las disipó durante el acto de proclamación, con la actuación de la presidenta del organismo, Tibisay Lucena, al anunciar que no habría conteo de los votos, en un inusitado discurso político que la inhabilita como árbitro electoral.
Enviaron a la basura o quemaron cajas con papeletas para imposibilitar el conteo de votos. Tienen miedo de que salga la verdad. El primer interesado debería ser Maduro, que en principio aceptó auditar 100% de los votos, para recular de inmediato obedeciendo directrices de alguna instancia superior, en Venezuela o en Cuba. Si no quería que pusieran en duda su pírrica victoria, debió aceptarlo y mantener su posición, pero su jefe de campaña, que sí sabe cómo se bate el cobre del fraude en el organismo electoral, lo desautorizó.
Triste papel el del heredero político, único responsable de producir el éxodo de casi 1 millón de votantes 685.794 que el 7 de octubre sufragaron a favor de Hugo Chávez Frías y que el 14 de abril lo hicieron por Capriles, lo que significa, una disminución de 5% de los votos obtenidos por el oficialismo. Un 5% que entendió que Maduro no es Chávez y que lo considera absolutamente incapaz para resolver la grave crisis del país. Si sigue como va y después de su lamentable e insípida rueda de prensa en Miraflores, donde mostró todas sus falencias, enterrará lo que queda del socialismo del siglo XXI y le pondrá la chola a la desaparición del chavismo.
Desde lo interno exigen hacer una autocrítica, empezando por el presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello, que pidió a través de su cuenta en Twitter analizar los resultados, hasta esos grupos de bolivarianos, muy activos en las redes y en Internet, que hacen distintas lecturas y consideran un error afirmar que la migración de 5% de votos chavistas a la oposición sea culpa de los medios independientes, ni que 49,07% del electorado que votó por Capriles sea oligarca, ni que más de 7 millones de venezolanos sean burgueses o antipatriotas. Piden resolver el problema del desabastecimiento y «no seguir culpando infantilmente a los acaparadores, porque de ser eso cierto, deberían estar todos los productos en los Bicentenarios, Pdval y Mercal».
Caracazo en puertas
Estamos a un tris de un estallido social. Subestimaron el clima de opinión y la capacidad de reacción de una población que parecía resignada a continuar siendo vejada y burlada, y que definitivamente perdió la paciencia. El lunes amaneció otro país, un hecho para ellos impredecible y acaso incomprensible. La gente dio el domingo 14-A un potente mensaje.
En medio de una crisis económica terminal, los mismos actores de hace catorce años siguen moviéndose sobre la base de intereses de un proyecto irritante y excluyente.
El lunes hubo un apagón de electricidad a las 5:30 pm en la ciudad de Guarenas, y a la misma hora, en Guatire, se registraban fuertes disturbios en contra de los resultados electorales. Con los cacerolazos que retumbaron en todo el país los venezolanos retomaron conciencia de su poder como sociedad civil, que es el poder de la participación ciudadana.
Las cacerolas continuarán sonado y resonando para exigir soluciones reales.
El gobierno espurio de Maduro se inicia con una crisis política, social y económica sin precedentes; necesita legitimarse con el conteo de 100% de los votos que reclama más de la mitad del país, incluidos chavistas que de buena fe creen que son mayoría y que las elecciones fueron transparentes. ¡Sí, Luis!