Vergüenza en el Salón Elíptico
Los venezolanos están estupefactos. Nadie se imaginó que pudiera utilizarse el Salón Elíptico del Capitolio Federal para un acto como el que Hugo Chávez protagonizó esta semana. El día anterior empezaron a correr los rumores: el presidente de la República, acompañado de todos los poderes públicos, realizará anuncios de gran trascendencia nacional. Llegó la hora del acto. La entrada, causó sorpresa entre sus partidarios e indignación en la gran mayoría de nuestro pueblo. Sin respetar el Altar de la Patria se presentó trajeado con una chaqueta deportiva, quitándole toda significación a lo iba anunciar. El problema no terminó allí. La oradora de orden, Eva Golinger, una estadounidense sin mayores méritos, terminó de restarle seriedad al acto. Para colmo, el comunicado en contra del imperialismo lo único que hizo fue repetir frases más que manidas y sin trascendencia alguna. Con toda razón, Tal Cual en su editorial lo llamó: payasada.
De todas maneras, es necesario ver un poco más allá. Hugo Chávez no da puntada sin dedal. Algo busca. Su ambición desmedida, su derrota electoral, los delicados problemas que enfrenta su gobierno y lo que más lo desespera, la indetenible caída de su popularidad, lo puede conducir a cometer cualquier locura. Esa tesis de la radicalización puede ser parte de ella. Teodoro Petkoff, en el editorial al cual me referí, con gran perspicacia, señala que en las palabras de Hugo Chávez existen dos grandes amenazas dirigidas contra Globovisión y los diputados electos a la Asamblea Nacional. En el primer caso, el cierre empieza a verse como una realidad. En el segundo, recordar las inhabilitaciones de los diputados izquierdistas durante el gobierno de Rómulo Betancourt no son tonterías. Los venezolanos deberían no dormir: la aprobación de un conjunto de leyes inconstitucionales puede terminar de comprometer la libertad y la democracia.
Otro aspecto que se debe resaltar de las palabras de Hugo Chávez fueron aquellas que se refirieron a la Fuerza Armada. Sin ruborizarse mantuvo que la Institución Armada debería ser cada día más izquierdista. El conoce que ese planteamiento es inconstitucional y contrario a las leyes militares. Lo delicado es que este absurdo no surge por una casualidad. Comenzó ya hace unos años con la obligación impuesta a los militares de utilizar el eslogan: Patria, Socialismo o Muerte; la transformación de las reservas en milicias, dándole rango de Fuerza; la creación de los oficiales técnicos y pare usted de contar. Últimamente, en un Aló Presidente sugirió sibilinamente que si la oposición ganaba las elecciones se desataría una severa persecución contra aquellos oficiales que eran considerados chavistas. La guinda del vaso fue el ascenso a general en jefe de Henry Rangel Silva, después del anuncio de un posible golpe de Estado si ganaba la oposición.
Estoy convencido que mis compañeros de armas deben estar más que confundidos. Lo primero que debo decirles es que la Fuerza Armada, en un régimen pluralista, no tiene ideología. De tenerla se rompería el equilibrio pluralista y no habría democracia. En los regímenes totalitarios, de partido único, la Fuerza Armada tiene ideología y esta al servicio de ese partido. Así era en la Unión Soviética y es actualmente en China, Cuba y Corea del Norte. Lo del golpe de Estado, anunciado por el general Rangel Silva, no tiene sostén alguno. Ustedes bien lo saben: el resultado electoral lo garantizará el pueblo venezolano y la Institución Armada. Es verdad que en un nuevo gobierno se responsabilizará a aquellos civiles y militares que han cometido delitos, pero en ningún caso se perseguirá a la Fuerza Armada como institución ni a sus integrantes honestos. Tengan plena confianza de que así será. Cumplan sus obligaciones: respeten y hagan respetar la Constitución Nacional.