Venezuela, un pequeño género humano extraviado
Leo con sentimientos encontrados, al gran teórico de la política, el italiano, Norberto Bobbio (1909-2004). Todas sus reflexiones en torno al liberalismo y socialismo me hacen meditar sobre la pertinencia de esos modelos en realidades como la nuestra en América Latina. Ya Bolívar, en la Carta de Jamaica (1815), también sintió preocupación sobre el futuro político de los territorios amerindios llegado el momento de la vida política independiente. Bolívar fue un criollo ilustrado con una evidente desconfianza hacia los sectores populares. En ese momento escribía para los suyos, es decir, el mantuanaje blanco criollo caraqueño. La única concesión que le hace a pardos, negros e indios es que todo el conjunto étnico variopinto conformaba un pequeño género humano, un mundo aparte al cual le auguraba un futuro promisorio.
Lo cierto del caso es que tanto el liberalismo como el socialismo son propuestas teóricas de procedencia europea que han pretendido representar la superación de las sociedades de Antiguo Régimen. En el plano formal filosófico y jurídico ambas propuestas han encarnado en experiencias históricas como la venezolana y cubana sin que ello haya implicado la puesta en práctica de sus principales bondades.
En el caso venezolano la huella colonial parece persistir más allá de los experimentos modernizadores sin continuidad en el tiempo y sin la convicción de sus principales promotores, sino, cómo explicar las tendencias anárquicas vinculadas a la indisciplina social y a la recurrencia del fenómeno autoritario caudillista y militarista. El “liberalismo” a la venezolana no es otra cosa que el simulacro de unas instituciones y poderes subordinados al gendarme de turno ya sea en su variante civil o militar. Esporádicos han sido los intentos en hacer funcionar y respetar las instituciones dentro de un marco legal justo basado en la democracia y la probidad administrativa de los recursos públicos.
Y en el caso cubano, el socialismo ha sido devaluado a un sistema opresor que alardea de justicia social desde la carestía. No se puede hablar de justicia sin libertad y sin prosperidad económica.
De igual forma, siempre me he preguntado si nuestra idiosincrasia, distinta a la europea, ha sido el principal impedimento para la vida civil moderna. O si se hace necesaria la puesta en marcha de experiencias inéditas de gestión gubernamental o de modelo político propio tomando como referencias lo que en realidad somos como identidad histórica mestiza y pueblo heterogéneo.
En realidad, nuestros gobernantes, ya sea en el espectro ideológico de la derecha o de la izquierda, muy poco valor le han dado a las salidas constitucionales vinculadas al fortalecimiento de la sociedad y ciudadanía. Lo que siempre ha importado ha sido el usufructo del poder, los intereses de la tribu partidista y la permanencia el mayor tiempo posible en el goce de los privilegios vinculados al poder. Las ideologías han sido mecanismos encubridores del más despiadado pragmatismo.
Es por ello que no nos queda más que sonreírnos, cuando Bobbio establece los cuatro enunciados básicos de una sociedad liberal/democrática moderna como la que en teoría rige al país a través del texto constitucional vigente: 1. El control del poder ejecutivo por parte del poder legislativo; 2. El control eventual del parlamento en el ejercicio del poder legislativo por parte de una corte jurisdiccional a la que se pide el establecimiento de la constitucionalidad de las leyes; 3. Una relativa autonomía del gobierno local en todas sus formas y grados frente al gobierno central; 4. Un poder judicial independiente del poder político.
Hoy en Venezuela todo esto es una completa fantasía, y no está demás decir, que luego de doscientos años, mantenemos un extravagante como doloroso extravío histórico.