¿Venezuela un país sin esperanza?
Venezuela cada día se parece más a Cuba. Pero no me refiero a la Cuba totalitaria fidelista, sino a la Cuba de los años cincuenta. Frente a un gobierno tiránico y corrupto como fue el de Fulgencio Batista, la oposición democrática cubana fue incapaz de ponerse de acuerdo sobre una solución viable para resolver los problemas económicos y sociales de la isla. La consecuencia fue sustituir una tiranía por otra, eso si, esta última apoyada por numerosas personas en el mundo porque se autocalificó de izquierda. Esto me recuerda lo que decía en los años treinta Don José Ortega y Gasset : “Ser de la izquierda es, como ser de la derecha, una de las infinitas maneras que el hombre puede elegir para ser un imbécil; ambas , en efecto, son formas de hemiplejía moral”.
Hoy, en Venezuela andamos en las mismas que hace 60 años. Estamos entrando de lleno en un mundo maniqueo en el que las cualidades morales de las personas se determinan por el lado de la realidad social en la que caminan. Si están a la izquierda serán , hombres probos, si caminan por la otra orilla serán como mínimo rufianes. Sin embargo, lo que en realidad cuenta, no es de qué lado del camino se esté, lo que importa es, como decía Teng Tsiao Ping, que el gato, sea cual sea su color, cace ratones.
Los problemas del país no son, ni de izquierda ni de derecha. Los problemas del país están a la vista de todos. Somos un petro-estado en decadencia. Somos un país rentista cuyo patrimonio se ha disminuido en el tiempo. Somos un país sin una visión articulada de futuro. Somos un país que vive eternamente recordando la gloria perdida. Somos un país que se está hundiendo y cada quien piensa que es el otro lado el que se hundirá primero. Somos un país incapaz de trazar una estrategia concertada de salvación nacional. Somos un país en el que la emoción prevalece sobre la razón . En fin, somos un país que, como en la pieza de teatro de Pirandello, está en búsqueda de un autor que nos invente.
Pero no podemos tampoco quedar satisfechos por ese terrible diagnóstico de nuestra actual realidad. Hay entre nosotros muchas personas que piensan, y sobre todo que sueñan, con un país mejor. Saben que la realidad es patética y sin embargo, no pierden la esperanza ni el deseo de luchar para buscar salidas. No podemos, ni debemos rendirnos. No podemos paralizar nuestras mentes ni nuestros cuerpos con ideas que deberían reposar en los cementerios del siglo XX. Hay que construir una Venezuela en la que quepan las ideas y enseñanzas válidas del pasado, sean éstas de cualquier lugar del espectro político. En la que la tolerancia se convierta en el denominador común y el deseo de cambio sea algo más que un recurso retórico de los políticos . Tenemos que cambiar en la base misma de nuestra sociedad. Tenemos que incorporar a nuestra realidad individual una visión ética . Tenemos que desarrollar en cada uno de nosotros un sentido de responsabilidad personal y social. Tenemos, en fin, que pensar y actuar de manera tal, que Venezuela no sea una esperanza perdida, sino una realidad en vías de construcción. No perdamos la fe. Sigamos luchando que, como dice el viejo refrán castellano, el que persevera vence.