Opinión Nacional

Venezuela sin tregua

¿Cuántas canchas de fútbol pudieran construirse por el precio de la comida podrida, escondida y hallada en los contenedores descubiertos en territorio venezolano? ¿Cuántos famélicos obligados de hambre tendrían la posibilidad de saciarla si no fuera por la piratería de un gobierno instalado para el robo, la corrupción y el desmadre? Mientras miramos plácidos el Mundial de Suráfrica, el líder de aquí que no el de allá, que es un Señor, incinera el país. ¿Será para evitar las elecciones de septiembre creando las condiciones para que se produzcan estallidos sociales y así suprimir, constitucionalmente y por fin, todas las libertades ciudadanas?

Porque no hay otra manera de juzgar y entender lo que ocurre sino como cálculo malévolo del gobierno en los últimos meses y días. ¡Qué le importan la inflación, la escasez de los productos, la inseguridad, la crisis asistencial, educativa y económica! Es más, esas circunstancias constituyen razón necesaria y suficiente para acelerar el proceso revolucionario que se disfraza de democrático y por tanto de electoral. ¿Cómo entender si no que luego de la escogencia de los candidatos de la oposición para las elecciones del próximo septiembre las acciones y declaraciones de Chávez se hayan desplazado del sector político al sector privado con nombres y apellidos concretos? Mendoza, Mezerhane, Zuloaga, es decir, Polar, Banco Federal, Globovisión conforman un Leitmotiv con el que radicaliza a sus huestes, dándole contenido clasista al debate político. ¿Son populares estas medidas? ¿Le convienen a Chávez electoralmente? Pienso que no, pero qué le importa si su lógica obedece a unos parámetros a los que no estamos acostumbrados los demócratas. La suya es la racionalidad de la guerra y por ella se guía.

Pienso que se trata de encender la pradera de tiempo y espacio que le quedan de aquí a las elecciones, con un vociferante discurso epopéyico de contenido conflictivo, guerrerista, de odio político y racial. Su batalla posee una consigna: “patria, socialismo o muerte”, en donde la “o” pasó de ser conjunción disyuntiva a “y”, conjunción copulativa, amenazante y con destinatario concreto. Otra lectura es que se radicaliza frente al miedo de que la gente le cambie el esquema en el que hoy se siente cómodo, eligiendo candidatos de la oposición a la Asamblea Nacional que le harían la vida más complicada dentro de su estilo cuartelario e invasivo. “Ordene usted mi comandante presidente”. Y no es que vaya a perder el poder, pero él no entiende de eso. De ello, creo, también se trata. Salta de aquí para allá, hacia delante, desplaza la crisis que lo agobia, evade el clinch, se sale de las cuerdas y aunque no requiera de contrincante para sentirse perseguido, niega protagonismo a sus enemigos políticos, ya que él no goza de adversarios. Repite a Marx pero lo voltea y ataca, “la lucha es de pobres contra ricos”.

Además le importa un bledo que sus medidas sean impopulares, ¿lo son?; las encuestas dicen lo contrario y hasta ahora le ha dado resultado tensar la cuerda para así llamar al redil a su progenie dispersa, cansada o desengañada bajo el placer histórico del odio a los ricos. Llama así a capítulo, desde ese púlpito voraz hasta a los que lo creían derrotado éticamente. ¿Pero qué importancia tiene para este régimen la moral? ¿Cuál moral? ¿La burguesa? Y allí encuentran entonces trampolín para cualquier tropelía. “La ética revolucionaria”, afirma la profesora Graciela Soriano de García Pelayo en entrevista reciente, “supone que el fin máximo de la revolución justifica cualquier medio: engaño, mentira, delito, corrupción, arbitrariedad pueden ser legítimos en tanto que propicien el advenimiento de la revolución”.

Imagino que la situación seguirá así: metiendo miedo, acorralando, apareciendo de noche en emboscada, repartiendo, comprando, todo en gerundio, sin descanso y sin tregua. ¿Que qué hacer? Insistir, sudar, perder, insistir otra vez hasta ganar. Y qué más, cuando de lo que se trata es de escoger entre la dictadura y la democracia.

 

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