Opinión Nacional

Venezuela por el camino ciego

Transcurridos los agitados días de la celebración navideña, el país deberá confrontar un arduo futuro, como nunca antes, lleno de complejidades e incoherencias gracias a la institucionalización del desbarajuste como política de Estado. Parte de la gente que se expresó en las recientes elecciones presidenciales y regionales, consciente o no, lo hizo seducida por un ideal que juega con la expectativa para pasado mañana mientras omite un presente etéreo y atiborrado de conflictos. Basta observar protestas que ocurren casi a diario por todo el país para corroborarlo.

El sociólogo alemán, Richard Behrendt (1908-1972), profesor de economía y sociología de la universidad de Berlín y Berna y varias universidades americanas; también consultor de algunos países como Perú, Guatemala, Puerto Rico, Panamá entre otros, señalaba que el proceder del europeo de posguerra era reflejo de lo que ocurría en cualquier calle del continente en las que se confundían vehículos de distintas épocas: peatones, ciclistas, pequeños trenes, carretas de bueyes o tirados por perros y, por supuesto, autos de lujo y aviones a reacción. Con esta analogía pretendía testimoniar cómo se hacía terriblemente difícil encontrar una orientación social ortodoxa luego de lo que le había tocado vivir al convulsionado continente: imágenes pusilánimes, conductas anárquicas, juicios radicales, deberes y hasta miedos, reflejaban el desarreglo de cada persona buscando un norte.

Algo parecido sucede hoy, siglo XXI, en nuestro país. El presente nos resulta tremendamente inquietante porque no logramos dilucidarlo. El régimen promueve un socialismo vago regido por una entelequia llamada comuna mientras el desgobierno y la anarquía desatada pululan por nuestras calles. Un capitalismo de Estado en pocas manos, como el actual, no construye sino que destruye. Un cuadro así solo puede estimular el libertinaje; no la honestidad. El progreso no es relevante para la revolución como tampoco es aplacar la violencia desatada. El paisaje descrito por Behrendt está reflejado en cualquiera calle de Venezuela aunque ésta no haya padecido guerra alguna en más de 100 años.

¿Qué nos pasa? La fatalidad se ha apoderado de buena parte de la gente. Cuando los jóvenes plantean sus exigencias de querer vivir en un medio más seguro y promisor, con mejor calidad de vida, nos limitamos a sonreír considerando tales exigencias como utópicas. Cuando se nos acercan con sus dificultades, les contamos las que teníamos y que creemos haberlas solucionado sin darnos cuenta que hoy es cuando más inmersos estamos en ellas.

La protesta pasiva no solo es inútil sino contraproducente para rebelarnos contra aquello que perturba nuestra concepción de orden y seguridad. Recurrimos a la televisión buscando respuestas en vez protestar abiertamente por el caos en ciernes. Los venezolanos, casi todos, estamos zambullidos en una aciaga coartada que se ha prolongado por décadas. Insistimos en abstenernos como si estuviésemos libres de todo débito incluso en asuntos inherentes a su comunidad.

El país se encauza por el camino del fanatismo y la opacidad; no buscando la luz. Causa estupor la cifra publicada por el Observatorio de Violencia respecto al número de homicidios ocurridos en el 2012: sesenta diarios (cinco cada 2 horas) sin que el régimen perturbe por ello. Los «conductores suplentes»(Maduro y compañía) están muy ocupados traveseando con la salud del Presidente. El vocablo médico que refieren como optimismo cauteloso no significa otra cosa que un milagro en la usanza corriente.

Si damos por hecho la entrega virtual del país a los radicales envueltos por un proyecto a ojos vistas autoritario «porque nada podemos hacer» estaríamos capitulando ante un presente y futuro teñido por la barbarie y anarquía. ¿Cómo participar? Aunque para algunos fuere una herejía, los partidos políticos son una buena opción para hacerse sentir como protagonista social. Los alérgicos pueden hacerlo a través de los grupos donde se desenvuelven. Lo demás es seguir hablando con ofuscación pero haciendo nada.

 

 

 

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