Opinión Nacional

Venezuela ¿nación o tribu?

Faltando una más acertada denominación, el fenómeno chavista no fue tan circunstancial como algunos lo pronosticaron en las postrimerías del siglo pasado.  Ha sintetizado a la Venezuela profunda, manipulándola, aunque no sorprenderá que naufrague al dar con otros hallazgos involuntarios e insospechados.

Un consumado académico, Miguel Ángel Perera, ha entregado “Venezuela ¿nación o tribu? La herencia de Chávez” (UCV, Caracas, 2012), dando cuenta del mito político, los fundacionales y patrióticos, el héroe y la sociopatología, las innovaciones y la tribalidad, perfilando la doctrina del barinés, la tribu que somos y la república inconclusa. Abanicando la especialización, nos permite subsumir los más variados aspectos en un adecuado y especifico marco teórico que atisbó, demandándolo, Ana Teresa Torres en un anterior esfuerzo.

Es otro el imaginario, propio de la deliberada polarización que canaliza y organiza las inevitables expectativas, experiencias y explicaciones (204), construido también sobre la insurgencia de los sesenta que, al forzar la épica, incurre en la “impostura de presentar la lucha armada como ejemplo de heroicidades” (110). Disciplinas como la sociología, la antropología cultural y la psicología  social concurren para contextualizar hechos y políticas concretas, agotando responsablemente  la bibliografía disponible.

Subrayemos la intensidad del estilo cuartelario y el harto decisivo lenguaje militar  (147) que, amén de darle soporte a la agresividad y la violencia anegadas,  le conceden una identidad a los elencos del poder que administran exclusivamente todo ascenso social, generando una boliburguesía y toda una nomenklatura (231), aunque el autor debe actualizarnos con la aparición de un sector que se ha dado en llamar “pranes”, pues, al publicarse el libro, todavía no contaba con la actual y angustiosa visibilidad.

Está en lo cierto Perera al reiterar que Chávez Frías fue un “prestidigitador de la palabra” (118), colocando en la acera opuesta a una oposición que redescubrió la “ciudadanía con ánimo deportivo aeróbico, espíritu de boy scout y un remarcable voluntarismo cristiano” manifiesto en sus marchas y actividades relacionadas (206).  Acá queda pendiente una aproximación critica, porque igualmente – sostenemos – se dieron eventos significativos, aunque prontamente olvidados, como como los llamados “Petarazo” y “Catiazo”.

La obra en cuestión, amerita de una serena consideración de los que, dentro o fuera del poder, adivinan otra etapa política y quién sabe si histórica, con el madurato y la resuelta desaparición de matices.  Acentúemos, existen especialidades que aún pueden aportar y mucho, distintas a la simple encuestología.

LOS RECIENTES ASCENSOS MILITARES

La materia requiere de una prudencia de la que, por cierto, carece Nicolás Maduro, por lo que es necesario adelantar una postura frente al confuso procedimiento y a la inequívoca pretensión, habida cuenta de la reincorporación de los oficiales del 4-F y 27-N a la Fuerza Armada Nacional y al ascenso de Diosdado Cabello, Francisco Arias Cárdenas y Ramón Rodríguez Chacín, solemnemente decididos. Maduro admitió que ni Chávez Frías había conseguido la fórmula que permite ahora  tales reincorporaciones y ascensos, pero tampoco tuvo la amabilidad de precisarla y habrá que esperar a la Gaceta Oficial para entenderla,  finalizando ya 2013, porque no sabemos si vuelven al servicio activo o pretenderán una nueva modalidad o fórmula que les permita conciliarlo  simultáneamente las ya consabidas funciones públicas que desempeñan.

La Fuerza Armada es una institución y no una oficina subalterna del PSUV, por lo que constituye un abuso hacerla tributaria de dos eventos tan nefastos como el 4F y 27N, en claro desafío de lo establecido en el artículo 328 de la Constitución de la República. Al considerar el artículo 331 constitucional y el artículo 95 de la Ley Orgánica de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana, nos preguntamos: ¿Dónde están los méritos estrictamente militares para que se produzcan estos ascensos, separados por más de 20 años de la corporación castrense, evaluados transparente y objetivamente en igualdad de condiciones con la restante oficialidad? ¿Acaso, eleva el espíritu militar cuando se trata de quienes han entregado nuestra soberanía a Cuba? ¿Luego, seguirán ese mismo ritmo de ascenso lesionando a la corporación castrense?

Por si faltase poco, una empresa constructora, una banca y hasta una emisora de televisión, ¿contribuyen a la realización de las misiones fundamentales de la Fuerza Armada? Al respecto, jamás el oficialismo ha deseado dar el debate parlamentario en tales y delicadas materias.

Por cierto, a  Nicolás todo le parece extraño, desde el colapso eléctrico hasta el reciente asesinato de cuatro Guardias Nacionales. Nosotros somos los que nos extrañamos, porque es el gobierno  bajo su directa e intransferible responsabilidad  el que no garantiza la vida en Venezuela ni la prestación eficaz de los servicios públicos. Burda manipulación, por consiguiente.

@Luisbarraganj

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